sábado, 31 de mayo de 2008

Caballeros (IX). Fe

Todos los paladines tienen una fe perdurable que sirve como guía moral y fundamento para sus principios éticos. Aunque la mayoría siguen religiones establecidas, otros obtienen el sustento espiritual de las filosofías no tradicionales e incluso de las fuerzas naturales. Todos los paladines, sin embargo, creen en algo: Su fe les proporciona no sólo sus conjuros, si no también sus poderes especiales.
Este capítulo analiza la relación medieval entre los paladines y las iglesias religiosas, así como algunas alternativas al modelo histórico. También examina las obligaciones y responsabilidades de un paladín para con su fe, junto con los castigos impuestos por violar los edictos religiosos.

Modelos.
Virtualmente, cualquier tipo de relación entre la iglesia y el estado está permitida. Un reino puede adherirse al modelo feudal. En otro, la iglesia puede reclamar la soberanía exclusiva. Es importante para todos los personajes comprender el equilibrio de poder en sus mundos, pero es absolutamente vital para el paladín, puesto que afecta a su comportamiento, lealtad, y ethos.
A continuación se exponen tres tipos de relaciones iglesia y estado. Cada uno describe los papeles de la religión y el gobierno; específicamente, quien hace e impone las leyes de la tierra, y que papel asume el paladín en la jerarquía oficial. La sección de "Notas de fidelidad" sugiere respuestas a estas preguntas: si un paladín proviene de este tipo de sociedad, ¿a quién jura fidelidad? Si el paladín ha jurado lealtad tanto a la iglesia como al estado, ¿a quién obedece cuando las leyes seculares y religiosas entran en conflicto?

Autoridad codominante.
Una sociedad codominante más o menos sigue el modelo de sociedad feudal, donde el gobierno y la religión comparten la carga de hacer cumplir la ley y las obligaciones administrativas. El gobierno maneja las cuestiones pertenecientes a los asuntos extranjeros, economía, y los derechos de propiedad, mientras que la iglesia regula la ley moral y social. En todos los casos, sin embargo, los líderes de la monarquía y la iglesia trabajan estrechamente para proteger sus intereses mutuos. Ninguno de los dos instituirá una forma de política sin consultar al otro. Consecuentemente, las leyes del gobierno y la iglesia rara vez entran en conflictos.
El gobierno refuerza la autoridad de la iglesia declarándola la religión oficial del estado. Otras fes pueden ser toleradas, pero no sancionadas; sólo la religión del estado tiene el poder para dar forma a la política del gobierno. La monarquía busca la opinión de la iglesia en todas las decisiones importantes, incluyendo los encuentros diplomáticos, las declaraciones de guerra, y las anexiones territoriales. Un sacerdote de alto rango de la iglesia del estado siempre actúa como consejero oficial, normalmente en calidad de Lord Capellán, Vicario o Gran Patriarca.
La iglesia, a su vez, refuerza la autoridad del estado promoviendo el concepto de derecho divino. Esencialmente, esta doctrina declara que los monarcas sirven a la voluntad de los dioses; ni la aprobación ni el consentimiento de los ciudadanos son necesarios. Puesto que el monarca en la práctica sólo responde ante los dioses, el derecho divino virtualmente garantiza la lealtad de sus súbditos.
La iglesia puede deponer a un monarca cuando lo desee, simplemente revocando la aprobación divina. La anulación puede ser resultado del desacuerdo político mayoritario, del comportamiento inmoral, o de actividades ilegales. La aprobación divina también puede ser retirada para castigar a un rey arrogante, enfermizo, o poco cooperativo. Sin embargo, la iglesia utiliza este poder sólo como último recurso. Puesto que las alteraciones a menudo provocan malestar social, incluso guerras civiles, interesa tanto al gobierno como a la iglesia cooperar y mantener la continuidad.
Un paladín de una sociedad codominante normalmente sirve en la rama militar del gobierno o la iglesia, dependiendo de donde fuera entrenado y cuál necesite más sus servicios. En la milicia del gobierno, responde ante un oficial de rango (que puede ser otro paladín). En la milicia de la iglesia, normalmente sigue las órdenes de un sacerdote de alto rango, o un paladín de mayor rango encargado del seguimiento de los asuntos militares. En las sociedades donde la iglesia y el gobierno comparten un ejército, un paladín sirve típicamente bajo las órdenes de un guerrero, quien a su vez responde ante una comisión administrativa formada de representantes del gobierno y de la iglesia.

- Notas de lealtad: Un paladín que sirve en una sociedad codominante probablemente jure lealtad tanto al gobierno como a la iglesia. Puesto que las leyes seculares y religiosas son compatibles, debería tener pocos problemas con edictos conflictivos. Un funcionario de la iglesia nunca emitirá intencionadamente un edicto que entre en conflicto con la política del gobierno, ni un funcionario del gobierno dará a propósito una orden que viole la doctrina eclesiástica.
Si los edictos entran en conflicto por descuido, el paladín normalmente evita violar su ethos si obedece a su iglesia, incluso si desobedece una orden de su gobierno. Por ejemplo, si un funcionario del gobierno ordena a un paladín llevar a cabo un ejercicio en un día que la iglesia ha dispuesto para la meditación y la oración, el paladín puede desobedecer la orden del funcionario sin temor a ser castigado.

Secularismo.
Una sociedad secular mantiene una estricta separación entre la iglesia y el estado. Aunque que las practicas religiosas pueden tolerarse, incluso animadas, los funcionarios de la iglesia no tienen una intervención directa en la política del estado. La iglesia puede servir como un consejero casual para el gobierno en asuntos concernientes a la moral y el comportamiento, pero el gobierno no tiene obligación de convertir esos consejos en leyes. Puesto que un gobierno secular no necesita el visto bueno de la iglesia, los dirigentes no dependen del derecho divino para llegar al poder. Los gobiernos seculares abarcan desde la dictadura, donde el estado ejerce un control total sobre la gente, hasta las democracias, donde la gente escoge a sus representantes.
Aunque la iglesia puede promulgar sus propios edictos, estos sólo se aplican a los seguidores de esa fe en particular. La iglesia puede castigar a sus seguidores por violar los edictos religiosos, pero sólo si los castigos no interfieren con los derechos garantizados a todos los ciudadanos bajo las leyes del estado. Una iglesia, por ejemplo, puede excomulgar a un seguidor blasfemo, pero no puede encarcelarlo o ejecutarlo (a menos que el estado haya aprobado estos castigos).
En algunas sociedades seculares, el gobierno se niega a reconocer el poder de excomunión de la iglesia. Si los dioses quieren excomulgar a alguien, lo hacen por sí mismos en lugar de delegar en intermediarios humanos. Un hombre vive una vida tan ética como puede; después de muerto, los dioses pronuncian sentencia sobre el destino de su espíritu. Los miembros de una iglesia tienen poca relación con la decisión de los dioses.
Es probable que un paladín que sirve a un gobierno secular trabaje en un puesto militar o diplomático, y se adhiere a una jerarquía de mando rígida. Un guerrero o paladín de alto rango sirve como su superior directo. Pero como un buen soldado y un ciudadano leal, se espera de él que siga las órdenes de todos los oficiales superiores y de los oficiales del gobierno.

- Notas de lealtad: Un paladín de un gobierno secular probablemente jure lealtad a su gobierno. También puede jurar lealtad a una iglesia si gusta. Sin embargo, cuando la política del gobierno y la religiosa entren en conflicto, se espera que siga los edictos del gobierno, incluso si significa desobedecer un edicto de su iglesia. Hay dos excepciones: una orden directa de una deidad siempre pasa por encima de las órdenes de un gobierno; por otro lado, un paladín nunca seguirá un edicto del gobierno que entre en conflicto con sus principios (sus principios siempre tienen prioridad a las instituciones sociales).
Si un paladín no declara su lealtad a ninguna iglesia, debe jurar lealtad a una filosofía o fuerza. Si una orden de un maestro o mentor entra en conflicto con la política del gobierno, debe dar prioridad a los edictos del gobierno. Sin embargo, una orden directa de una deidad siempre precede las obligaciones del gobierno.

Teocracia.
En una sociedad teocrática, el clero asume todos los papeles de liderazgo. En esencia, la iglesia funciona como el gobierno, reclamando la autoridad absoluta en todos los asuntos civiles, legales y éticos. Las leyes provienen directamente de los dioses, interpretadas y reguladas por el sacerdocio. Para mantener el orden y asegurar la continuidad, una teocracia reconoce sólo la religión del estado. Otras religiones pueden ser clandestinas en el mejor de los casos, declaradas blasfemas e ilegales en el peor.
Como en los gobiernos seculares, los paladines sirven a una teocracia trabajando probablemente como soldados, aunque algunos pueden funcionar como embajadores, diplomáticos, o evangelistas. La mayoría de las jerarquías teocráticas consideran a los paladines como hermanos legos o acólitos, dignatarios religiosos menores con responsabilidades formales hacia la iglesia pero sin el status o autoridad de los directivos eclesiásticos.
Un paladín que sirve en una teocracia responde ante un sacerdote. Un paladín novicio puede tener asignado un "pastor", un sacerdote que constantemente sigue al paladín, controlando sus actividades, e informando de cualquier discrepancia ante sus superiores. Un vicario (un administrador a cargo de varias congregaciones en un pueblo pequeño o distrito de ciudad) supervisa a los paladines de bajo rango, mientras que un prelado (un sacerdote responsable de una ciudad o sección de un reino) puede supervisar a los paladines de rango alto.

- Notas de lealtad: Un paladín de una sociedad teocrática sólo necesita jurar lealtad a la iglesia; jurar lealtad al gobierno no es necesario, puesto que la iglesia es el gobierno. Jurar lealtad a su familia, a un mentor, o a otra fuente es permisible, pero los edictos de la iglesia siempre tienen prioridad (de nuevo, las órdenes directas de una deidad anulan las órdenes de los funcionarios de la iglesia).

Consideraciones adicionales.
Las tres relaciones descritas arriba suponen que tanto el gobierno como la iglesia sirven a las fuerzas de la luz y el bien. En ningún caso jurará un paladín lealtad a una organización o individuo malvado, que sirva a la oscuridad o el caos. En una sociedad secular con un gobierno malvado, puede jurar lealtad a una religión de la luz, pero no al gobierno en sí mismo. En una teocracia neutral, debe jurar lealtad a una religión del bien, clandestina o ilegal (una independiente de los dirigentes de la teocracia) o debe separarse de su sociedad, buscando en otro lugar un gobierno al que servir.
Ten en mente, también, que muchas variantes son posibles dentro de estas amplias descripciones. Aunque un gobierno secular puede no reconocer oficialmente a una iglesia, un dirigente seglar puede mantener relaciones informales con un líder religioso poderoso o altamente carismático. A través de la persuasión amistosa o la pura fuerza de la personalidad, el líder religioso puede coaccionar al legislador profano a aprobar leyes que promuevan la doctrina religiosa. Aunque el gobierno y la iglesia del estado pueden ejercer teóricamente la misma influencia en una sociedad codominante, la lucha de fuerzas entre la elite religiosa puede dejar a la iglesia impotente, permitiendo a los líderes del gobierno que hagan lo que les plazca.
Un paladín sabio está al tanto de los cambios en el panorama político, para no encontrarse a sí mismo sirviendo inadvertidamente a un amo malvado. Un funcionario corrupto puede encargarse del gobierno en una sociedad codominante; aunque la iglesia del estado puede mantenerse legal buena, el gobierno puede volverse neutral o peor. Un Errante que retorne a su teocrática tierra natal de la acción puede descubrir que un grupo de clérigos malvados ha reemplazado la jerarquía legal buena de la iglesia del estado.

Renunciar a la lealtad.
Una vez que un paladín descubre que su iglesia o gobierno se ha vuelto malvado, puede renunciar inmediatamente a su juramente de fidelidad sin penalización. Desde ese momento, no está obligado a seguir sus edictos. Debe eliminar los símbolos que representan a un gobierno o iglesia a los que ha renunciado. También debe dejar el equipo que esa iglesia o gobierno le ha prestado o dado.
Un paladín que renuncie a su iglesia debe inmediatamente jurar lealtad a uno de los siguientes: una nueva iglesia, una filosofía, el conjunto de principios representados por la iglesia abolida antes de su transformación.
Un paladín que renuncie a su gobierno tiene varias opciones, como continuar sirviendo en la misma sociedad (sin embargo, ahora sólo está obligado a seguir los edictos de su fe y de cualquier individuo o institución que no pertenezca al gobierno y a la que haya jurado lealtad), puede reubicarse en una tierra distinta, jurando lealtad a un nuevo gobierno o puede convertirse en un Expatriado.

Alternativas a las Iglesias.
Mientras que la mayoría de los paladines juran lealtad a las iglesias, otros pueden optar por servir a una secta. Como las iglesias, las sectas son organizaciones religiosas que siguen a uno o más dioses, pero tienden a ser pequeñas y más secretistas.
La mayoría de las sectas normalmente comienzan como una ramificación de una iglesia establecida. El líder de una secta y sus seguidores se separan de la iglesia debido a los desacuerdos con los líderes eclesiásticos o a causa de una interpretación contraria de la doctrina religiosa. Si una secta florece y crece, con el tiempo puede convertirse en una iglesia por sí misma.
Algunas sectas se organizan alrededor de un único líder que ha promulgado sus propios principios religiosos. Estos pueden no tener ningún lazo formal con una fe organizada; en realidad, algunos no reconocen la autoridad de otros líderes religiosos. A menudo surgen espontáneamente, no durando más de una generación.
Algunos paladines evitan las asociaciones con cualquier tipo de religión organizada, escogiendo en su lugar seguir una filosofía, un sistema de creencias basados en conceptos intelectuales antes que en deidades sobrenaturales. Cualquier filosofía sirve como una alternativa aceptable a una religión organizada, siempre y cuando cumpla estos requisitos:

- Presente una interpretación lógica y consistente del universo.

- Exija un comportamiento legal bueno de sus seguidores.

- Que sea suficiente para conformar las bases del ethos del paladín.

Los paladines que siguen una filosofía pueden practicarla en privado o en pequeñas sectas. La meditación puede sustituir a la oración. Una colina alfombrada de violetas puede servir como capilla. Un libro de poesía puede suplantar a un texto sagrado.
Sin importar si el paladín cree en una religión o filosofía, todas funcionan del mismo modo en el contexto del juego. La devoción de un paladín es suficientemente intensa para atraer la energía mágica necesaria para lanzar los conjuros y darle poderes especiales. Como con una religión legal buena, una filosofía legal buena requiere una estricta adherencia a un conjunto de principios legales buenos, caracterizados por las limitaciones y virtudes del ethos del paladín.

Papel histórico de la iglesia.
Comparado con su contrapartida medieval, el caballero del siglo X era casi irreconocible. Más un facineroso que un héroe, el caballero pre-feudal medraba en el barbarismo ignorando la ley escrita a favor del vigilantismo. La monarquía, debilitada por las luchas intestinas y la indiferencia, podía hacer poco para controlarlos. Aunque los campesinos estaban resentidos e incluso atemorizados por los caballeros, carecían de los recursos para imponer el orden. La anarquía surgía amenazadoramente.
Inquieta a causa del crecimiento de poder de los caballeros, la iglesia abdicó de su status pasivo y decidió tomar parte. Esta decisión se tomó por dos razones. Primero, la iglesia abogaba por la paz y el orden, principios de los que los caballeros se mofaban abiertamente. Para mantener vivos estos ideales sagrados, la iglesia no tenía otra opción que reafirmar su autoridad. En segundo lugar estaban las consideraciones prácticas. La iglesia dependía de los diezmos de los campesinos y los ingresos del alquiler de la propiedad. Para su supervivencia económica, la iglesia tenía que encontrar un camino que suprimiera la avaricia de los caballeros.
La iglesia inició su ambiciosa campaña a finales del siglo X proclamando la "Paz de Dios". Literalmente, la Paz de Dios renovaba el compromiso de la iglesia de proteger las vidas y propiedades de todo el mundo. Implícito en la proclamación, sin embargo, estaba el concepto de que aquellos que amenazaban el orden social eran enemigos no sólo del estado, sino también del propio Dios. Aunque no se especificaban enemigos, la proclama iba claramente dirigida a los caballeros.
Para reforzar la Paz de Dios, los dignatarios de la iglesia organizaron una serie de afirmaciones ceremoniales. Mantenidas en foros públicos para garantizar grandes audiencia y la máxima exposición, los dignatarios invitaron a nobles, aristócratas, oficiales militares, y a los caballeros mismos a hacer un juramento de mantenimiento de la paz. Las ceremonias fueron conducidas con mucha pompa y solemnidad, incluyendo la presentación de reliquias sagradas y oraciones especiales para ratificar la omnipotencia de Dios. Más aún, la iglesia advirtió que cualquier que no fuera capaz de mantener la Paz de Dios sería excomulgado. Era una amenaza que no se tomaba a la ligera. Incluso el caballero más rebelde temía una vida después de la muerte en el Purgatorio—o peor.
La iglesia emprendió la segunda parte de su campaña a comienzos del siglo XI publicando el "Armisticio de Dios". Distinto de la proclama anterior, el Armisticio estaba específicamente dirigido a los caballeros, explicando en términos no cuestionables el comportamiento que se esperaba de ellos con el fin de mantenerse fieles a su fe. Los caballeros tuvieron prohibido atacar a los clérigos bajo ninguna circunstancia, ni tenían permitido cometer actos violentos contra los campesinos. Se les exigía ayuno los días sagrados y que se refrenaran de luchar los fines de semana. Temiendo la venganza divina, los caballeros obedecieron de mala gana.
A mediados del siglo XI, la iglesia había tenido éxito convenciendo a los caballeros de que eran soldados de Dios. Así es, estaban comprometidos con la obligación de defender la iglesia y promover sus intereses. A regañadientes pero irrevocablemente, los caballeros se adaptaron, abandonando su independencia por su nuevo papel como sirvientes divinos. Aceptaron bendiciones especiales, participaron en rituales sagrados, y se distinguieron en el campo de batalla. Una vez despreciados, los caballeros eran ahora admirados y respetados.Pero los beneficios conseguidos por los caballeros palidecían ante los adquiridos por la iglesia. No sólo había construido la iglesia un ejército de leales guerreros, sino que también se había vuelto una formidable fuerza política. A medida que la iglesia crecía en riqueza y poder, las distinciones entre religión y gobierno se difuminaron gradualmente. Los líderes clericales llegaron a influenciar cada aspecto del gobierno. Esta incómoda alianza perduró mucho tiempo en la Edad Media.

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