sábado, 22 de noviembre de 2008

Los Paisajes Fantásticos (XVII)

• Realidades (ejemplos de los Paisajes Imaginarios trasladados a la realidad): Pintura.
La pintura, a lo largo de su historia como disciplina artística, ha representado muy a menudo escenas naturales tales como montañas, valles, árboles, ríos y bosques. De hecho, los paisajes en la historia de la pintura podrían constituir, por si solos, documentación suficiente para desarrollar una docena de artículos y nosotros simplemente nos limitaremos a mencionar algunos aspectos destacados que relacionan este arte con los paisajes fantásticos.
Así, autores como Turner, Watteau o Tintoretto tomaron la pintura de paisajes como eje de su obra, algunos reproduciendo fielmente aquello que tenían delante de sus ojos, según su estilo y la técnica que utilizaban, y otros pintando en sus cuadros fantásticos paisajes utópicos. La pintura de paisajes se estableció definitivamente como un género pictórico hacia el siglo XV y alcanzó su esplendor en el XVIII por la curiosidad de la época por la naturaleza y las disciplinas científicas que la explicaban, así como por la creación de paisajes fantásticos como camino para aliviar los sueños de la razón y por la creencia en el retorno de una utópica época de armonía y orden.
En la pintura del renacimiento, por ejemplo, el paisaje ocupaba muy a menudo una posición de fondo que enmarcaba un retrato (por ejemplo, Retrato de Federico di Montefeltro, de Piero della Francesca) o una escena (por ejemplo, La Virgen de las Rocas, de Leornardo Da Vinci). Coincide también en ese tiempo un gran interés por la obra de los griegos y los romanos, y sus mitos y leyendas aparecen a menudo en las pinturas y murales renacentistas.
Y, por otro lado, muchos pintores del romanticismo recurrieron con asiduidad al paisaje imaginado, como forma de dotar a la naturaleza de una grandiosidad más allá de la realidad y una exaltación del fondo como método para empequeñecer al ser humano frente al mundo que le rodeaba.

Hermanada con la pintura, la ilustración es una disciplina artística moderna que se encarga de apoyar un texto como acompañamiento gráfico. La diferencia entre ambas es mínima y la línea que las separa es tan fina que es complejo afirmar que es pintura y que es ilustración, pero autores ilustradores de gran prestigio como Alan Lee, John Howe, los hermanos Hildebrant, Boris Vallejo, Jeff Easley, Julie Bell, Larry Elmore, Tony DiTerlizzi, Todd Lockwood, Matt Stawicki, Keith Parkinson, Stephanie Pui-Mun Law, Charles Vess, Ciruelo Cabral,... herederos de Arthur Rackham o Alphone Mucha que han quedado al margen los privilegios académicos de las viejas instituciones, caducas, y del prestigio del culto en lugar del vulgo.
Sea como sea, son estos autores que hemos citado (y muchísimos más) los que, en la actualidad, nos ofrecen representaciones gráficas de los paisajes imaginarios de la literatura fantástica de este siglo, sus propias interpretaciones, sus realidades, de cómo podría ser la Tierra Media, los Reinos Olvidados, Oz o El País de las Maravillas.
Digamos que, mientras la pintura reflejó en sus obras aquellos paisajes fantásticos que nosotros hemos citado como arquetipos y modelos, la ilustración contemporánea ha trabajado sobre aquellos paisajes imaginarios que hemos definido como ejemplos tipo de la literatura fantástica de los siglos XVIII y XIX.

Centraremos nuestra atención en un par de ejemplos de aquellas obras pictóricas que representaron en un lienzo esos paisajes fantásticos míticos que antes hemos establecido como modelos y arquetipos.

- Et in Arcadia Ego (1637), de Nicolas Poussin.
Et in Arcadia ego o Los pastores de Arcadia (en francés, Les Bergers d’Arcadie) es un cuadro del pintor francés Nicolas Poussin. Está realizado al óleo sobre lienzo. Mide 85 cm de alto y 121 cm de ancho. Fue pintado en 1637 y 1638. Se encuentra en el Museo del Louvre, París, Francia. La obra pertenece al género mitológico, alegórico y pastoral y representa a tres pastores idealizados y una dama dispuestos ante una tumba austera.
La frase “Et in Arcadia ego” del título que aparece inscrito en la lápida de la tumba se traduce literalmente “por y yo en la Arcadia” y su interpretación ha intrigado a muchos investigadores a lo largo de la historia. Una de las interpretaciones concede a la Muerte la formulación de estas palabras: “yo, la muerte, reino incluso en la Arcadia”. Sin embargo, el biógrafo de Poussin, Andre Felibien, interpreta que quiere decir que "la persona enterrada en esta tumba ha vivido en la Arcadia"; en otras palabras, que ellos también en un tiempo disfrutaron de los placeres de la vida sobre la tierra.
El cuadro pretendía establecer un contraste irónico al representar la sombra de la muerte sobre el usual entretenimiento y alegría que se supone que disfrutaban las ninfas y demás habitantes de la Arcadia. Tradicionalmente, se considera un símbolo de la caducidad de la vida, incluso en sus momentos más idílicos.
Pese a que la obra más conocida relativa a la Arcadia es la de Poussin, la primera representación pictórica de este familiar memento mori que fue popularizado en la Venecia del siglo XVI, es la versión de Guercino, pintada entre 1618 y 1622 (Galería Barberini, Roma), en la que la inscripción gana fuerza debido a la presencia de un cráneo en el fondo, debajo del cual están grabadas las palabras.

- Jardín de los Deleites Terrenos (1480), de El Bosco (o Heronymus van Aken Bosch).
Tríptico alojado en el Museo del Prado de Madrid, el Jardín de los Deleites Terrenos comprende tres plafones: Paraíso (ala izquierda), el Jardín Terreno (el plafón central) y la representación del Infierno (ala derecha).
Está realizado en óleo sobre tabla, y sus medidas son de 206 x 386 cm. Es una obra de gran simbolismo, que todavía no ha sido completamente interpretada; como el Carro del Heno y el Juicio Final, el Jardín de las Delicias se sustrae a cualquier clasificación iconográfica tradicional. Sin embargo, es aceptado el que la obra tuviera una intención moralizante, comprensible por la gente de la época.
El cuadro cerrado en su parte exterior representa el tercer día de la creación del mundo. Se representa un globo terráqueo, con la Tierra dentro de una esfera transparente. Sólo hay formas vegetales y minerales, no hay animales ni personas. Al abrirse, el tríptico presenta, en el panel izquierdo, una imagen del paraíso donde se representa el último día de creación, con Eva y Adán, y en el panel central se representa la locura desatada: la lujuria. En esta tabla central aparece el acto sexual y es donde se descubren todo tipo de placeres carnales, que son la prueba de que el hombre había perdido la gracia. Por último tenemos la tabla de la derecha donde se representa la condena en el infierno; en ella el pintor nos muestra un escenario apoteósico y cruel en el que el ser humano es condenado por su pecado.

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