domingo, 10 de junio de 2007

Magia (X). La Academia de la Magia

La Magia es la más elevada de las artes de los Reinos Brillantes (de hecho muchos se refieren a ella como "El Arte"), aunque no siempre fue así.
Por todos es conocido que los primeros magos que aprendieron a controlar el uso de la magia en los Reinos Brillantes, desconocedores del poder que manejaban, cayeron transtornados por las siniestras energías de sus hechizos. Esos primeros arcanos perecieron en gran número por su ignorancia y por su falta de prudencia: convocaron demonios a quienes no pudieron controlar, ejecutaron hechizos de gran poder destructor sin respetar las más elementales normas de seguridad, experimentaron sobre si mismos con sortilegios que les destrozaron el cuerpo y la mente... Sea como sea, ellos abrieron un camino que hoy otros han llevado a la cima.
Durante muchos siglos los habitantes de los Reinos Brillantes temieron a los magos. Es algo común a la mayoría de los mundos mágicos: la gente no comprende la magia y considera a sus practicantes una amenaza, una sombra que se cierne sobre sus vidas. Les espantan sus vastos poderes, la concentración de habilidades que tienen en sus manos y que pueden usar libremente, sin control, tanto para hacer el bien como para hacer el mal... sin que nadie pueda encauzarles ni limitarles. En los reinos Brillantes, a través de la extraña erudición de los conjuros un solo hombre podía controlar terremotos, atraer rayos del cielo, curar graves heridas, lanzar bolas de fuego explosivas, levantar barreras invisibles de la nada o averiguar secretos largo tiempo olvidados. La desconfianza alimentó un desprecio hacia la magia y los magos. Decían que los hechiceros corrompían la naturaleza y la manipulaban para obtener su propio beneficio, de manera que muchos pueblos consideraron la magia como algo pernicioso y a los magos como criaturas peligrosas que debían ser perseguidas y aisladas de la sociedad.
No obstante, entre los primeros magos, solitarios, extraños, odiados, aislados del resto del mundo, consumidos por un poder que les conducía en la mayoría de los casos a la muerte, sino al suicidio y la locura, apareció un grupo de magos que decidió regular el uso del don de la magia. Decidieron crear un lugar de paz y conocimiento, un oasis aislado del mundo, una escuela que enseñara a los jóvenes aprendices a canalizar adecuadamente sus poderes, a los adolescentes desorientados a comprender el don que habían recibido. Había nacido la Academia. La docencia como medio de integrar a los magos en el mundo, y los gremios de magos para aplicar su habilidad con las artes arcanas en la sociedad rápidamente fue aceptada por los habitantes de los Reinos Brillantes como respuesta a sus preocupaciones. En realidad por eso nacieron y se fundaron los gremios de magos y las primeras Academias: para tener controlados a los magos y su magia.

La Academia de la Magia.
Con frecuencia se comenta que un mago no elige la senda de la magia; ella le elige a él.
Es de conocimiento popular que los guerreros nacen pero los magos se hacen, aunque muchos magos opinarían justo lo contrario: la magia nace sólo con unos pocos elegidos y los músculos se pueden obtener con un poco de paciencia. A cualquier hijo de granjero o de campesino sólo le hace falta subir y bajar sacos durante un tiempo prudencial, moldear unos buenos músculos y aprender a blandir una espada de madera mientras persigue a sus amigos para convertirse en guerrero. Otra cosa bien distinta es convertirse en un buen guerrero, o sobrevivir con los pocos conocimientos de esgrima que ha adquirido en sus entrenamientos rurales al ataque de un troll.
Llegar a ser mago es complicado. Habitualmente todo comienza cuando las habilidades mágicas se despiertan, casi siempre durante la adolescencia. La mayoría de hechiceros desarrollan poderes rudimentarios en la pubertad, a menudo creando efectos mágicos espontáneos en momentos de estrés emocional. Muchos no llegan nunca a saber que esas extrañas habilidades que tienen pueden ser controladas y encauzadas y viven toda su vida inmersos en la ignorancia y, a veces, en el miedo y el desprecio de sus vecinos.
Los caminos de las Artes Arcanas siempre han sido difíciles. Los humanos nunca han sido (y probablemente nunca lo serán) especialmente sensibles a las emanaciones entrópicas de la magia de los Reinos Brillantes. Eso es algo reservado a razas como la élfica. Aprender magia es muy difícil, casi imposible si se tiene en cuenta que las únicas bibliotecas decentes se encuentran en manos de unos pocos, y solamente La Academia está legitimada para enseñar magia en los Reinos Brillantes.
Convertirse en un mago nunca ha sido fácil. Comporta largos años de duro aprendizaje y una voluntad férrea. Hay dos caminos para ingresar en la Academia. El primero (y más fácil) consiste en tener una recomendación de un mago y presentarse con ella ante el director, el Gran Maestro. El segundo es enviar una solicitud y esperar a que un acólito (un aprendiz de menor rango) se encuentre con el candidato para determinar las razones por las que pretende ingresar en la Academia. El candidato pasa entonces unas pruebas de capacidad mágica (basadas en su propio poder y en su actitud) y el acólito envía una recomendación basada en los resultados de las pruebas, con un simple "apto" o "no apto".
Aparte de la principal sede de la Academia, existen numerosas sedes locales diseminadas por los Reinos Brillantes a cargo de un Maestro. Este Maestro revisará el informe y, si le interesa, invitará al candidato a que visite la sede. Allí el Maestro le hará pasar unas pruebas más para determinar si el Aspirante está lo suficientemente dotado para aprender magia y desarrollar sus habilidades. Si la respuesta es positiva el candidato debe abandonar su hogar e instalarse junto al resto de aprendices (nunca más de una docena) en la sede de la Academia.
Los primeros cinco años los pasa el Aprendiz de mago en una de estas sedes locales y el aprendizaje, estudiando bajo la supervisión de un mago aprobado por la Academia, viene aderezado durante este tiempo con tareas domésticas de lo mas diverso (fregar, cocinar, ordenar las pociones, cuidar el huerto,...).
Estos primeros años se pasan aprendiendo a leer y escribir, conociendo algo de botánica, varias lenguas comunes de los Reinos Brillantes y, finalmente, algún hechizo básico y sencillo. Muchos jóvenes, adolescentes aún y con muchos otros intereses más allá de la magia, no consiguen permanecer bajo la estricta disciplina de la Academia y renuncian a seguir sus estudios para vivir su vida en libertad, sin ataduras ni normas estrictas de comportamiento.
Cuando un Maestro certifica que el estudiante domina los campos en los que ha sido instruido, éste es promocionado al rango de Acólito y debe escoger por primera vez una disciplina (área de estudio especializada) a la que declarará su afinidad cuando llegue a la Academia. Esto suele suceder entre el tercer y el cuarto año de estudios.
Una vez haya acumulado suficientes conocimientos mágicos puede, si lo desea y con la recomendación de su sede, viajar a la Academia. Y es que aquellos que buscan el progreso más allá de los fundamentos de la magia, y cuando el Maestro de la Sede cree que el Estudiante está preparado, se le envía a La Academia con su primer libro de conjuros y un bastón con el símbolo de la sede grabado al fuego. De todos los jóvenes con talento para la magia que ingresan en una Sede sólo unos pocos alcanzan el nivel requerido para acceder al nivel más alto que representa la Academia. Muchos se quedan por el camino, y sus conocimientos les servirán para ejercer como chamanes, alquimistas, consejeros de la nobleza o la realeza, aventureros, errantes o incluso simples curanderos.
Allá, el joven hechicero jura lealtad y declara una escuela a la que dedicar sus habilidades. Lo habitual es que el Acólito elija declarar como escuela la misma que eligió durante su estancia en la sede. Lamentablemente, la especialización casi siempre tiene un precio pues, para dominar la escuela elegida, el Estudiante debe renunciar al resto. Esto es algo que la Academia incentiva, pues reducir el campo de actividad de los magos a gremios concretos facilita su control, su regulación y encauzar a los practicantes de las artes arcanas en la dirección correcta, reduciendo a su vez a los indisciplinados y a los rebeldes al mínimo, a pequeñas excepciones que se corrigen (o eliminan) con cierta facilidad. Sin embargo, existen los magos expertos en varias disciplinas, igual que existen los magos sin gremio. Incluso existen magos que deciden aprender el arte de la magia por si mismos, independientemente de la Academia. Son casos que trataremos más adelante, en un artículo específico dedicado a estos magos errantes, renegados y multidisciplinares o no especialistas.
Comenzará entonces un intenso estudio de los poderes y conjuros de la disciplina seleccionada durante, al menos, diez años más. El entrenamiento es intensivo, duro y agotador.
Una vez que el Maestro está satisfecho de su pupilo tiene la autoridad para promocionarlo de Aprendiz a Adepto. En este punto, un Adepto suele seguir ligado a su Maestro, pero se le suele otorgar una amplia libertad para llevar sus asuntos y estudios.
Tras diez años en la Academia, habiendo finalizado su aprendizaje, el Adepto debe pasar la Prueba Final. La Prueba Final mide las habilidades mágicas de un hechicero y dice cómo usará el aspirante las habilidades corrientes y futuras y en que gremio y disciplina de la magia está más capacitado. En todas las versiones de la Prueba, el aspirante se enfrenta a pruebas de conocimiento y uso de la magia pero cada prueba de iniciado difiere, ya que está diseñada exclusivamente para medir fortalezas y debilidades. En todas las pruebas, el fracaso significa la obligación a prorrogar los estudios durante cinco años más.

Pero...
Evidentemente, todo movimiento tiene su complemento, un movimiento igual aunque opuesto. Algunos de los primeros magos de los Reinos Brillantes, temerosos del poder que había sido descubierto y el mal uso que se pudiera hacer de él, desconfiaron de la Academia y fundaron su propia orden, un secreto y selecto cónclave cuyo propósito era salvaguardar este extraño poder desatado, eliminando a "las manzanas podridas". Una sombra de miedo se cernía sobre sus vidas. Les espantaban los vastos poderes recién descubiertos. Pero, ¿quienes eran esas manzanas podridas que debían ser eliminadas del cesto? Pocas excepciones se salvaron de su mano cruel. Al principio actuaron contra los malvados y las fuerzas de la oscuridad, protegiendo la magia de aquellas manos que pudieran ensuciar su pureza. La desconfianza alimentó un desprecio hacia la magia y los magos y perdieron el control. Decidieron que los magos noveles que usaban el poder como una mera diversión también debían ser controlados. Y aquellos que usaban el poder para sus propias ambiciones personales también. E incluso los magos incompetentes e imprudentes que pusieran en peligro a otras criaturas con su proceder. Todos los magos pasaron a ser manzanas podridas en el cesto de la magia. Y decidieron que la mejor forma de controlar a los magos que ellos consideraban impuros era sacándoles del cesto. Y se convirtieron en los asesinos más implacables y terribles de la historia, cultivando un odio frenético contra todos los magos como si se hallaran bajo el oscuro influjo de maldad más negra. Y cien años de oscuridad cubrieron la magia del mundo. Y un día, de repente, desaparecieron.

No hay comentarios: