viernes, 29 de junio de 2007

El Vino de los Zarzaseca (II)

Capítulo 1. La Pequeña Posada de Tejada.

Nieva con fuerza.
El invierno ha caído sobre Ebura más pronto de lo esperado y las laderas occidentales de las Montañas Grises empiezan a cubrirse con el habitual manto blanco. A lo largo y ancho de los Reinos Brillantes se murmura que este invierno puede ser el último que vea el rey y la familia de los Vástalos, dejando paso en el trono a los ambiciosos Bórvos. De todas formas los Pjs se encuentran lejos de allí, ajenos al juego de tronos que vive la capital del reino, en las apacibles tierras de Tejada, una humilde aldea de medianos (también conocidos por algunas razas como hobbits o hombres pequeños), bajo la ventisca y el frío. Buscando un lugar donde cobijarse de la tormenta, los Pjs llegan a una pequeña posada en la plaza mayor de la aldea.
Los motivos del viaje que ha llevado a los Pjs hasta la región de Ebura no son importantes. Tal vez estén solamente de paso, o enmedio de una campaña más extensa que les lleva de extremo a extremo de los Reinos Brillantes, pero lo único relevante es que la aventura comienza una tarde de invierno cualquiera, en la aldea de Tejada y que el mal tiempo los sorprendió a la intemperie y les obligó a buscar refugio.
La Pequeña Posada de Tejada no es un establecimiento cualquiera. No es un local grande ni lujoso, pero tiene un reconocido prestigio en toda la región, tanto por su célebre vino como por sus acogedoras habitaciones, limpias y amplias, su cocina casera o su licor de tomillo y moras. La mayoría de los viajeros llegan a Tejada por su vino (los expertos lo califican de "vino muy aromático y levemente especiado"), dando un ligero rodeo a sus trayectos para acercarse y degustar el famoso caldo. Los caminos más importantes de Ebura no pasan por Tejada, pero alejarse de las vías principales para llegar a la aldea ubicada a los pies de las Montañas Grises no suele significar más de medio día de viaje desde las rutas más transitadas. Otros llegan aquí para trabajar en los viñedos de los Zarzaseca, pequeños pero de gran calidad (y mejor pagado que el trabajo en los extensos campos de viña de la noble familia Dovel, por ejemplo), y unos pocos llegan en respuesta a los panfletos que anuncian oportunidades de trabajo en las minas de hierro de las Montañas Grises o aventureros en busca de las míticas minas de oro que las leyendas cuentan que se esconden en las profundidades de la cordillera,... Sea como sea, la Pequeña Posada de Tejada siempre está repleta de clientes.
Tras la puerta principal se oye el ruido, el rumor de las conversaciones, el alboroto, el entrechocar de jarras y, al abrirse de repente de par en par, una oleada de risas surge del interior.
En la Pequeña Posada los clientes podrían estar de despiertos toda la noche si quisieran, puesto que siempre hay algún miembro de la familia Zarzaseca, los medianos propietarios del local, pendiente de las necesidades de sus clientes. Ahora, a última hora de la tarde y tras un largo día de trabajo en el campo, la animación reina en la sala. El sonido de las jarras al chocar y de las copas al brindar, las camareras que van y vienen sin pausa, los cánticos de los parroquianos. La mayoría parecen naturales del lugar, medianos de aspecto humilde; solamente unos pocos deben ser viajeros, sentados en las distintas mesas del local: algún humano, un elfo solitario, media docena de enanos de las Montañas Grises sentados en un rincón oscuro, algunos viajeros y mercaderes de exótico aspecto, un par de hombres cubiertos con capas negras y hablando entre susurros alrededor de una mesa,... pero la mayor parte de los clientes son lugareños que vienen en busca de una buena copa de vino, noticias y un poco de conversación, campesinos de porte orgulloso riendo sonoramente mientras recuerdan viejas historias junto a sus amigos, antes de volver a casa con sus familias. No son gente rústica y tímida como los habitantes de los pueblos de las montañas sino expresivos, bulliciosos y ruidosos.
Es una posada amplia y acogedora, cálida, limpia y luminosa, aunque un poco baja para el gusto de los Pjs (los techos y los pasos de las puertas están pensados para los medianos, y si no van con cuidado más de uno se dejará un buen moratón en la frente con el marco de la puerta principal).
El encargado de la barra charla con un vecino mientras, con una bandeja cargada de jarras de cerveza, se mueve con una soltura y agilidad, inusuales para su tamaño, entre las mesas, las sillas y los clientes del local.
Un joven mediano solitario recita historias en un rincón de la sala para un pequeño grupo de vecinos, que escuchan ensimismados. Un coro de elogios acompaña y premia el fin de la narración. Algunos vecinos se acercan a felicitarle por su talento. Otros, más tímidos y menos afectuosos, se limitan a golpear suavemente el hombro del chico y se retiran a sus mesas. El tabernero, orgulloso con el talento de quién parece ser su hijo, le sonríe satisfecho y le invita a echarle una mano con los platos.

- Tabernero, ¿tienes una mesa libre para unos fatigados viajeros?

- Siempre hay mesas libres para fatigados viajeros en la Pequeña Posada de Tejada.

El posadero se gira hacia los Pjs con una brillante sonrisa. Es un tipo bajo, incluso para ser un mediano, aunque corpulento y de aspecto satisfecho. Su cara redonda, rojiza y sudorosa, dibuja una expresión de curiosidad cuando os contempla. Viste un delantal limpio pero desgastado.

Si los Pjs se han fijado antes de entrar apresuradamente al interior del local y dejar el frío a sus espaldas, habrán visto en el exterior de la posada los restos carbonizados de una edificación adyacente, posiblemente un granero. No debe hacer muchos días que ha ardido, pues los restos chamuscados, un montón de ascuas y leña quemada, aún no están cubiertos por la nieve. Un desafortunado accidente con una antorcha y una vaca furiosa provocó un incendio que dejó el granero y el almacén convertidos en cenizas en cuestión de pocas horas. Todo sucedió tan rápido que no se pudo hacer nada para sofocar las llamas ni salvar nada de su interior. Las pérdidas económicas que ha significado perder todo lo que tenían almacenado en los dos edificios les ha dejado prácticamente en la ruina y les puede obligar a vender la posada si no encuentran pronto una solución.

Otra tirada de observación les permitirá distinguir, junto a la barra, un tablón de anuncios repleto de papeles. Si alguno de los Pjs le echa una ojeada verá los típicos anuncios de vecinos (se compra, se vende), alguna oferta de trabajo (principalmente mineros o leñadores) y un anuncio de los propietarios de la posada, los Zarzaseca, solicitando mercenarios para servir como guardaespaldas en una caravana hasta el castillo Volstag. El salario, a convenir.

Para acceder al trabajo los Pjs tienen dos opciones:
La más sencilla consiste en que los Pjs pueden informarse sobre el trabajo preguntando directamente sobre el anuncio a los responsables de la posada y ofrecerse para desempeñar el trabajo.
Otro camino sería que alguno de los Pjs conociera la Pequeña Posada de Tejada con anterioridad, por haber acudido en alguna ocasión al lugar, de manera que el grupo no resultara extraño o sospechoso a ojos de sus propietarios, incluso conocidos y de confianza. O, en caso contrario podrían conocer a alguno de los clientes, quien podría dar fe de la seriedad de los Pjs. Si así fuera, y aunque los Pjs no se interesen por el anuncio será el propio propietario del local, Meriton Zarzaseca, quién se acercará a ellos, les dará algo de conversación informal (acerca del tiempo, de la cosecha, de las preocupantes noticias que llegan de la capital acerca de la salud del monarca,...) y les preguntará, llegada la ocasión, acerca de su posible interés por el trabajo.

El trabajo consiste en un (aparentemente) sencillo encargo de escolta, acompañando a Meriton Zarzaseca y a su hijo Amoteo hasta el castillo del barón Hernán de Volstag, a dos días de viaje. Acompañarán a los dos Zarzaseca al célebre concurso de caldos con un carro tirado por un buey y cargado con media docena de barriles de vino (de los pocos viñedos que cultivan los Zarzaseca obtienen un vino de calidad inigualable que es la envidia de la región y uno de los atractivos principales de la posada) y dos asnos, uno de ellos cargado con las provisiones y su responsabilidad será la de garantizar la seguridad de la carga durante el trayecto y durante los cinco días que dura el concurso para elegir quién será el suministrador oficial de vino de la casa Volstag durante los próximos cinco años. El dinero del premio del concurso de vinos de los Volstag les ayudaría mucho a superar estos tiempos de apuro y penurias económicas que están pasando. Sea como sea, la oferta es generosa (Meriton promete pagar una pieza de plata y dos raciones de viaje por persona y día) y los Pjs aceptarán.

Si los Pjs intentan regatear el precio se encontrarán con poca predisposición por parte de Meriton. Los Zarzaseca tienen problemas económicos acuciantes, y pueden llegar a verse obligados a vender la posada si la mala suerte con el dinero les acompaña algún tiempo más, así que el propietario del local no puede aumentar mucho más su oferta. De todas maneras el tiempo juega en contra de Meriton: ya solamente tiene un día para encontrar a la escolta que le acompañe, puesto que si espera más no llegará a tiempo al inicio del concurso.

Una vez cerrado el trato, Meriton les comentará a los Pjs su preocupación y sus sospechas relativas a la seguridad de la carga, puesto que la familia de los Dovel, rivales del concurso de vinos y ganadores en las últimas ediciones, ya han intentado hacerles desistir de presentarse con amenazas veladas e incluso les han ofrecido comprarles la cosecha entera para que no vayan al concurso de Volstag. Los Zarzaseca no quieren renunciar al premio, pues necesitan el dinero con urgencia para no perder su posada, pero tienen miedo. Son unos humildes medianos que viven ajenos a los asuntos de los humanos, alejados de sus complicadas vidas llenas de engaños, traiciones y mentiras pero se han visto, de repente y contra su voluntad, envueltos en complejas tramas de las que desconocen absolutamente todo. Tipos extraños han merodeado por los alrededores de Tejada en los últimos días, y alguno incluso ha estado husmeando cerca de las bodegas de los Zarzaseca. La carga de vino es muy valiosa y debe llegar sana y salva, sin el menor percance, manteniendo su sabor inconfundible y su calidad, así que han decidido contratar a un pequeño grupo de aventureros experimentados para que la escolten y protejan de las malvadas intenciones que podrían tener los Dovel para evitar que los Zarzaseca les arrebaten el negocio.

Y es que, sin duda, los Dovel harán todo lo posible para que el vino de los Zarzaseca no llegue hasta el castillo Volstag.

Si los Pjs buscan información adicional en Meriton apenas encontrarán nada por mucho que pregunten. El mediano es un hombre muy simple y muy sincero, que no sabe mentir. Dice todo lo que sabe, que no es mucho. Su ingenuidad le hace muy confiado y solamente la insistencia de su hijo mayor Amoteo, más espabilado, le ha decidido a contratar al grupo de Pjs.

Si los Pjs quieren conocer con antelación datos sobre la ruta que seguirán Meriton solamente les comentará que tomarán siempre caminos principales, sin desniveles importantes (el camino de Tejada al castillo Volstag discurre por zonas muy planas, campiñas, campos de cultivo y territorios principalmente agrícolas), y solamente se desviarán por un atajo a través del Bosque de Azur para ganar algunas millas al camino. Otro punto importante del camino será el vado del río Runio, entre dos colinas bajas, donde deberán esperar al transbordador para cruzar al otro lado. Sin duda, un lugar ideal para tender una emboscada.

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