martes, 6 de noviembre de 2007

Magia (XIII). Nigromancia

En muchas tradiciones mágicas comunes de los Reinos Brillantes, ninguna es considerada más horrenda y vista con mayor desprecio que la nigromancia. Los muertos se resienten de toda intrusión, y los vivos saben instintivamente que es mejor dejar en paz a los muertos y no perturbar su descanso eterno. Pero los muertos sabían mucho cuando murieron, conocimientos que pueden quedar perdidos y olvidados si alguien no los rescata, y desde que murieron tienen la eternidad para pensar y conversar en su interminable aburrimiento del inframundo al que se han visto encerrados. Y además, "los muertos saben la verdad de las mentiras". Demasiadas tentaciones para no caer en ellas, demasiado poder esperando que alguien lo relame para si mismo. Inevitablemente, algunos hechiceros ansían saber lo que los muertos pueden expresar, escuchar lo que le tienen que decir... y aprovechar este conocimiento en beneficio propio.
La nigromancia o necromancia es el arte arcano que trata los conjuros que manipulan, crean o destruyen la vida o la fuerza vital, y es la más peligrosa y temida de todas las escuelas de la magia. En algunos lugares está prohibida a los aprendices y desterrada de cualquier centro de aprendizaje de la magia, considerado como un arte inmoral y amoral.
Es también una de las más restrictivas de todas las escuelas de conjuros, pues trata con material muy sensible para la gente común, con las cosas muertas o el restablecimiento de la vida, miembros o vitalidad de las criaturas vivas.
Sin ninguna duda, el nigromante es el más temido de todos los usuarios de magia de los Reinos Brillantes, pues sus poderes se encargan, a ojos de los comunes, de conjurar los espíritus de los muertos y de manipular las tenebrosas y antinaturales esencias de la no-vida, lugares desconocidos a los que el mago no debería adentrarse jamás.
Cuando la vida de un mortal se acaba, su alma retorna al mundo de los espíritus, abandonando el mundo para siempre. En muy raras ocasiones, el alma de los muertos puede quedarse en el plano material: una muerte dramática, la sensación de que algo importante le queda por hacer antes de morir, como resultado de una maldición o por la influencia de un poder maligno.
Naturalmente, el poder derivado de controlar las almas de los muertos es muy grande, aunque está absolutamente en contra del equilibrio del mundo. Por lo tanto, los pocos humanos que han decidido convertirse en nigromantes son, en mayor o menor grado, sirvientes de facto del caos, del mal. Sólo mediante la adhesión a los cultos oscuros puede conversarse con la tierra de las sombras para ganar las necesarias habilidades nigrománticas.
En cuanto a su aspecto y personalidad, los nigromantes son personas retraídas, sórdidas, ocupadas sólo en sus experimentos mágicos y en mejorar sus habilidades. No valoran para nada la vida de los demás (la suya propia sí, como todos los egoístas) y no se interesan casi nunca en "ciencias fútiles", como son la medicina, la química y la alquimia, o el herbalismo. Para un nigromante, los únicos vivos que merecen su respeto son los que están muertos, ya que al menos les sirven para sus experimentos de revivificación. Tampoco se ven nunca interesados en el combate cuerpo a cuerpo, prefiriendo que los muertos que han reanimado se encarguen del trabajo sucio, mientras que él se mantiene en la retaguardia lanzando los pocos hechizos ofensivos que conoce. Los nigromantes no utilizan nunca la magia de la vinculada a la vida o a la naturaleza, que consideran impropia para sus conocimientos. En su lugar, utilizan sortilegios que atacan al espíritu.
Sobra decir que las artes nigrománticas son tabú en la mayoría de las sociedades de los Reinos Brillantes, por lo que los nigromantes procuran no difundir sus habilidades por cualquier sitio.
La nigromancia restaura la animación y el intelecto a los cadáveres, y anima porciones de cadáveres. También trata con espíritus, almas, fantasmas y otros estados del ser posteriores a la muerte. Un nigromante se especializa en interrogar y hablar con los muertos, y en restaurar pensamiento y acción a sus restos físicos.
Cualquier hechicero puede emplear la nigromancia pero, amilanados por los olores, por las horrorosas visiones de mortalidad cercana, y por la aguda angustia de las almas que manipulan, muchos hechiceros tienen poco estómago para este aspecto de las artes mágicas.
Sin embargo, los hechiceros oscuros, afines a las fuerzas del mal luchan por resolver el enigma de encantamientos inmortales, y aprender secretos perdidos de aquellos que encontraron demasiado pronto el escape definitivo en la muerte. Buscan duplicar la magia de los dioses, concentrar las energías de elementales, y expandir sus propias mentes e inmortalizar sus propios cuerpos. Hechiceros oscuros y sin escrúpulos perfeccionan las fórmulas y energías que dirigen batallones de no muertos a la batalla. Grandes secretos aguardan en todas partes a aquellos que se atreven a conspirar con la muerte.
La mayoría de gente es ignorante de la batalla cósmica entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad. La contemplan, y quizá participen en ella, pero raramente forman opiniones claras sobre lo que experimentan. Si a la muerte carecen de alineaciones o preferencias hacia un bando particular, sus almas flotan hasta el Limbo, un lugar sin forma sobre el que poco se sabe aparte de que genera pesar.
Pero cuando un poderoso mago muere entonces esa alma puede escoger servir a una de esas dos fuerzas después de la muerte, tanto si lo hizo o no en vida. Los Señores Infernales poseen, comercian y venden almas, y se toman su negocio muy en serio.
Muchos clérigos a menudo predican que las almas en el Limbo acaban por disiparse (una perspectiva que no espanta a algunos). Algunos estudiosos sostienen que las almas en el Limbo son prontamente reencarnadas, quizá varias veces seguidas, como parte de un gran ciclo de muerte y renacimiento. Quizá los espíritus del Limbo esperan el final del tiempo. Se especula mucho, pero muy poco se sabe. Sea como sea, para muchos, la muerte ofrece más beneficios que la vida, y su nuevo estatus recompensa su servicio en vida.
En este arte, los magos humanos, los chamanes orcos y otras razas que manejan la magia nigromántica de la muerte tienen diferentes enfoques. Algunos están principalmente interesados en el mundo espiritual, las almas y la vida después de la muerte. Otros nigromantes están más preocupados por el poder sobre la muerte y los muertos vivientes.
El interés por la nigromancia todavía continua fuerte entre muchos magos y hechiceros de los Reinos Brillantes, sobretodo aquellos vinculados a las ramas más oscuras del arte y a las naciones más caóticas y malvadas. Los magos oscuros del Valle de la Muerte o los despreciables hechiceros de la ciudad podrida de Darkia, así como orcos, trolls o goblins se encuentran entre sus practicantes más asiduos.
Dicen que es muy enriquecedor aprender de los ancestros, aunque es bien sabido que no es el conocimiento el que mueve su interés por la nigromancia sino, en la mayor parte de las ocasiones, la sed de poder y la oscura maldad que anida en sus almas que se regocija con manejar a su antojo los hilos de la vida y la muerte. Los magos invocan los espíritus de amantes muertos para experimentar estimulantes sensaciones de pérdida y pesar. También levantan los espíritus de rivales, hace mucho derrotados y muertos, para atormentarlos durante una hora o una tarde. Arrastran los esqueletos de los cadáveres largo tiempo fallecidos a formar parte de sus ejércitos espectrales. Levantan de sus tumbas a espíritus atormentados para que sirvan de guardianes sin voluntad. Incluso sonsacan secretos de las sombras de hechiceros hace largo tiempo muertos, aunque para ningún propósito concreto salvo obtener poder y conocimiento.
Sea como sea, entre la mayoría de los habitantes del mundo conocido existe tal hostilidad hacia la magia negra de los nigromantes que estos se esconden, rara vez se comunican con la sociedad, y tienen poco en común entre ellos salvo su "arte".

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