Las sociedades religiosas de los Reinos Brillantes son variadas, cubren todos los espectros de la sociedad (desde la bondad hasta la maldad más negra) y, en la mayoría de los casos, esconden sus tradiciones, sus ritos, sus costumbres y sus normas a los ojos del resto del mundo.
De forma genérica nos referiremos a iglesia como sociedad religiosa organizada, sin establecer con ello una nomenclatura exclusiva para un culto concreto o una religión determinada.
Es importante resaltar que las órdenes religiosas tienden a imitar los sistemas políticos en torno a ellas, casi siempre modelos jerárquicos. Por ejemplo, un acólito que trabaje en un pequeño templo situado en la parte humilde de una ciudad jura su promesa de lealtad al sacerdote encargado de la orden en toda la ciudad. El sacerdote jura su lealtad al coadjutor o canónigo que está sobre él, y así sucesivamente. De esa forma es fácil dibujar conexiones entre los miembros de una iglesia y sus contrapartidas o equivalentes en la nobleza. Por supuesto, en una sociedad con una religión dominante, todos los miembros de la iglesia, sean acólitos o el más alto sacerdote, son más o menos respetados por cualquier miembro de la nobleza.
• Los Hermanos laicos.
Los hermanos laicos en realidad no son miembros de la estructura de poder religioso, pero merecen ser mencionados aquí. Este grupo incluye a aquellas personas que son de naturaleza inusualmente piadosa y dedica parte de su tiempo (o la mayor parte de su tiempo) a trabajar con o para la iglesia. Los ejemplos pueden incluir a aquellos que limpian el templo después de los servicios o incluso al cocinero que hace comida para los sacerdotes en su casa.
Los hermanos laicos no esperan un reconocimiento monetario por sus esfuerzos, trabajan por el honor de servir a su iglesia de la forma que pueden. Aunque es cierto que muchos de ellos reciben un salario simbólico por sus esfuerzos, la mayoría no dependen de la iglesia para subsistir. También es corriente el caso, por supuesto, de excepciones a esto. Un viejo sacerdote puede requerir a alguien que lo cuide o un cocinero permanente. En estos casos el individuo recibe una renta para poder vivir y posiblemente se le proporcionará alojamiento y comida en las instalaciones de la iglesia.
Debido a su gran amor a su iglesia, muchos miembros de este grupo tienden a adoptar una actitud de "yo soy más santo que tú". Aunque no siempre sucede así, es fácil para una persona que no tiene medios para ser conocida en una ciudad centrarse exclusivamente en la única cosa que le hace sentirse apreciado. Esto es comprensible, pero los personajes no siempre encontrarán a estos agresivos seguidores de un fe como una agradable compañía.
• Los Acólitos.
Son estudiantes de una fe que esperan, a través de mucho estudio y devoción, convertirse en miembros activos de la iglesia. Como regla, son jóvenes (generalmente en la mitad de su adolescencia) y muy ansiosos por demostrar su devoción a sus superiores en la iglesia.
Los acólitos tienden a ocuparse de los deberes menos interesantes en un templo. Están encargados de copiar manuscritos y asistir a los servicios religiosos, pero no tienen poder en la iglesia.
Se asume que los acólitos tienen los poderes de un aprendiz, no obstante normalmente no están preparados para el combate o para irse de aventuras. Sin embargo, ya han comenzado a adquirir ciertos poderes religiosos, y son llamados a menudo para que empleen sus poderes curativos por los creyentes de la iglesia.
• El Postulante.
El postulante es un acólito que ha probado ser fiel a la iglesia y a sus votos. Es en general más viejo (al final de su adolescencia o principios de la veintena) y ha alcanzado un nivel de experiencia superior. Alcanzado este nivel, se espera del hasta entonces acólito que tome más responsabilidades.
Además de supervisar la formación de los acólitos que ya ha superado, se espera del postulante que juegue un papel mayor en la adoración de la deidad. De hecho, los servicios religiosos menores pueden estar completamente a carga de un postulante.
En términos de nivel social, los postulantes son aceptados como iguales a los hombres libres. Se han ganado cierto respeto, pero no tienen poder de decisión real en la iglesia. Sin embargo, su devoción a la fe es notable y por ello son merecedores de sus privilegios sociales.
Un postulante tiene habitualmente 1-6 acólitos asignados como estudiantes. Por supuesto, mientras éstos están a cargo de un postulante, se espera que sigan sus instrucciones en todos los asuntos y con frecuencia actúan como sirvientes privados. Esto es normalmente correcto, porque ello enseña al acólito a ser humilde y a mostrar respeto por sus mayores en la iglesia. Si se abusa de ello, sin embargo, puede provocar que el postulante pierda su categoría o sea asignado a unos deberes altamente desagradables como acción disciplinaria.
• El Sacerdote.
El sacerdote es la espina dorsal de cualquier orden religiosa. Sin ellos, no hay iglesia. Cada templo se supone que está bajo la guía de un sacerdote, que está a cargo de todo lo que suceda en su parroquia. Un sacerdote normalmente está en torno a la treintena y tiene poderes religiosos como un clérigo de quinto o sexto nivel.
Los sacerdotes son escogidos de entre los postulantes y asignados a servir en zonas donde la iglesia necesite establecer un nuevo templo o reemplazar a otro sacerdote por cualquier motivo. Cada sacerdote supervisa a varios postulantes y (por defecto) a varios acólitos que acompañan a cada postulante.
En la pirámide social tradicional, los sacerdotes se pueden equiparar a grandes rasgos a los habitantes urbanos. Se han ganado más respeto que las categorías inferiores, pero no se les reconoce como gente con poder. Esto es a menudo injusto, ya que un sacerdote carismático puede tener una gran influencia sobre aquellos que asisten a su iglesia, pero así están las cosas.
• El Coadjutor.
El coadjutor es la cabeza de todas las actividades de la iglesia en un pueblo o ciudad dada. Dependiendo del tamaño del poblado, puede tener varias iglesias en su jurisdicción.
Como el coadjutor es uno de los miembros más poderosos de la comunidad religiosa local, se asume que a grandes rasgos posee los mismos derechos y privilegios que un importante hombre gremial. Como puedes imaginar, una petición de favores de parte de un personaje así siempre es tomada muy en serio por la nobleza local. En muchos casos, un pueblo que de problemas puede ser puesto en orden por las acciones del coadjutor local.
Además de por su influencia sobre los lugareños, los coadjutores son respetados por la poderosa magia que pueden realizar. En épocas de crisis, un noble local que no puede permitirse mantener a un poderoso capellán o a un mago le pedirá a un coadjutor que actúe en su nombre. Si la petición es razonable, sirve a los intereses de su iglesia, y está acompañada de una muestra de la devoción de su señor (esto es, oro), entonces es muy probable que la ayuda sea otorgada. Por supuesto, esto siempre coloca al noble en deuda con la iglesia, lo que a ésta le es altamente deseable.
• El Deán.
El siguiente escalón en la pirámide de la iglesia es ocupado por el deán. Este poderoso individuo tiene todo el respeto y la influencia de un caballero o un miembro similar de la clase caballera. En sus manos está la supervisión de todas las posesiones de la iglesia en varias ciudades. El dean es un vínculo importante en la estructura eclesiástica, pues a menudo actúa como intermediario entre los más altos cargos de la iglesia y los representantes locales de la fe (en la persona de coadjutores y sacerdotes).
Los deanes suelen estar a mitad de la treintena, habiendo estado la mayor parte de sus vidas al servicio de su deidad. Como resultado de ello, han adquirido las habilidades correspondientes a un clérigo de noveno o décimo nivel. Con tanto poder e influencia, el deán es ciertamente una fuerza a tener en cuenta en cualquier nación feudal.
El deán posee, obviamente, una gran autoridad, En ausencia de una clara dirección por parte de sus superiores en la iglesia, se le permite como se espera de él tomar decisiones muy importantes en lo que se refiere a la práctica de la fe. Por ello, suelen ser personas muy conservadoras que buscan evitar tomar decisiones que pudieran ser vistas como radicales por sus superiores. En tiempos de crisis, dicha resistencia al cambio y el deseo de no "sacar la planta fuera del tiesto" puede originar serios problemas.
• El Primado.
Los primados de la iglesia son los segundos en poder sólo por debajo del Gran Sacerdote. Son capaces de dominar tanto poder y tienen tanto que decir en los asuntos de la iglesia que se asume que son tan importantes como la clase noble.
Obviamente, los años de estudio y dedicación requeridos para alcanzar esta posición significa que el primado tiende a ser bastante viejo. Como regla, el más joven de los primados estará rondando los cuarenta años. Aunque en una sociedad moderna no es "viejo" en ningún sentido, representa una buena porción de la vida de un hombre en la época medieval. Por supuesto, los poderes curativos de los creyentes hace que los miembros de los grupos religiosos tengan una larga vida.
Cada primado está a cargo de todos los asuntos de la iglesia en una región. Como regla, cualquier reino se divide en 1-6 regiones, cada una de las cuales está bajo la guía de un primado.
Los primados, teniendo habilidades y poderes extraordinarios, son reconocidos por los nobles como amigos muy útiles. En privado, también son reconocidos como enemigos muy peligrosos. Al igual que el favor de un primado puede ser muy importante para las operaciones de cualquier noble, su ira puede ser rápida y eterna. Pocos son los nobles que no intentarán evitar cualquier roce con individuos de la iglesia de este nivel.
• El Sumo Sacerdote.
En lo alto de cada orden religiosa está el sumo sacerdote. Esta persona es el gobernante absoluto de la fe de un reino dado. Como, en muchos casos, una fe es popular sólo en un único reino, el sumo sacerdote es el gobernante absoluto de la iglesia. En los casos donde la misma deidad es reverenciada por más de una cultura, existe la tendencia a desarrollarse una división en dos o más grupos, cada uno de los cuales con su propio sumo sacerdote. Si éste no es el caso, entonces el sumo sacerdote se transformará en un patriarca que supervisará la iglesia por entero.
Los sumos sacerdotes son tratados normalmente como si fueran miembros de la mismísima familia real. Sólo un rey que esté loco o totalmente seguro de su poder desafiará directamente a la autoridad del sumo sacerdote.
El sumo sacerdote promedio está en la cincuentena cuando asume el cargo. Los rigores de su vida le han hecho ser respetado como la autoridad final en las materias de la fe. En muchas iglesias, la palabra del sumo sacerdote se considera divina y debe ser tomada como la palabra de la deidad misma. Ningún miembro de la iglesia puede rechazar obedecer las instrucciones de su sumo sacerdote sin el riesgo de la ira de la misma deidad. Estáte seguro de que esto es algo que ningún miembro de la iglesia toma a la ligera.
• El Patriarca.
En el caso de un imperio, donde varios reinos se han unido en una unidad de gobierno, un único líder de la iglesia debe encargarse de los asuntos de la religión en su conjunto. Esta persona, elegida de entre los sumos sacerdotes de varios estados, se la conoce como el patriarca.
Un patriarca se encuentra en aquellos raros casos donde varias iglesias de la misma deidad existen en varias naciones independientes y donde no se ha producido cismas. En ese caso, el patriarca tiene poderes clericales, habilidades mágicas vinculadas a su culto, y asume el papel del líder de los sumos sacerdotes. La existencia del patriarca no reduce el poder de los sumos sacerdotes demasiado, ya que la iglesia es tan grande que es como si tuvieran que dirigir los asuntos de una nación.
Un patriarca, que casi siempre tiene al menos 70 años, tiene el respeto debido a un miembro de la familia imperial. Como uno puede imaginar, una llamada a la revolución o a la paciencia por parte de una persona semejante es tan poderosa, que muchos emperadores cultivarán del favor de un patriarca con regalos y promesas de lealtad a las doctrinas de su iglesia.
• Los Agentes.
Los Agentes son personas escogidas por su poder innato, capacidades y devoción a una religión o culto organizado. Estos Agentes integran la parte activa de una iglesia, secta o culto, extendiendo su credo, defendiendo sus instalaciones y miembros, realizando misiones, e incluso atacando a los enemigos del culto cuando sea necesario. A cambio de esta obra de la devoción, el Agente recibe algunos beneficios propiciados por la iglesia como equipo, comida y vivienda, armas y alguna ayuda sobrenatural que ayude aun más a la causa.
Un Agente sirve a una fuerza, en mayor grado a un dios y todavía en mayor grado a una iglesia en particular. Y es que a veces surgen competencias entre iglesias de la misma fuerza para ver cual adquiere (y permanece) con mayor poder y la participación de los Agentes, como instrumentos del dios y herramientas de la iglesia, son sumamente necesarios para decantar la balanza de los devotos hacia un culto u otro.
Generalmente una persona se presenta a una iglesia para convertirse en Agente, pero en casos de necesidad, la iglesia puede recorrer los pueblos y ciudades cercanas en busca de personas capaces.
Existen dos grados de Agente, el Agente Menor, en el que se encuentran todos los iniciados, así como también todos aquellos que ya tengan varios años de dedicación, y el de Agente Mayor, al cual pocos pertenecen ya que requiere bastante tiempo y esfuerzo previo, así como una mayor dedicación a la causa.
Iglesia y política.
Indisolubles, los cultos religiosos siempre han tenido profunda influencia sobre los gobiernos de los Reinos Brillantes, y las sociedades religiosas más poderosas han ejercido el poder directamente. Religión y política siempre han sido extraños compañeros de cama, pero se han necesitado los unos a los otros para garantizar su propia parcela de poder.
• El derecho divino de los reyes.
Debido al poder de la iglesia en una sociedad feudal, es importante para los gobernantes y los líderes religiosos que cada uno reconozca el poder del otro.
El gobierno reconoce la importancia de las iglesias consultándolas en los asuntos importantes y buscando su guía en la mayoría de los asuntos sociales. Esta confianza se ve sobre todo en el nombramiento de un Alto Capellán dentro del círculo de consejeros del rey. Además, muchas sociedades otorgan a la iglesia ciertos privilegios (como excepción de impuestos o libre uso de las tierras del señor) para garantizar su amistad.
Por su parte, las iglesias promueven la creencia en el derecho divino de los reyes. En breve, esta política refleja la creencia de que cualquier rey (o emperador) es un vasallo que cuida de sus tierras (el reino) a través de la gracia de la deidad de la que es devoto. Esto se acepta generalmente por parte de la familia real porque otorga sobre el rey y sus acciones una ilusión de guía divina. Debido a esta creencia muchas naciones van a la guerra con el pensamiento de que "los dioses están de nuestra parte". Por supuesto, ¿quién querría luchar en una guerra en la que los dioses apoyan al bando enemigo?.
Celebrando una misa especial de coronación cuando un nuevo gobernante asciende al trono, la iglesia le reconoce como el líder legítimo de la nación. La mayor consecuencia de estos actos es que la iglesia puede despojar a un rey de su bendición divina si es para ella importante oponerse en algún asunto político concreto. Normalmente, cualquier rey que haya perdido el favor de la más importante fe de su reino se encontrará rápidamente con la oposición de algún poderoso noble que tenga la aprobación de la iglesia. Tales conflictos suelen desembocar en una guerra civil y ello suele ser evitado por ambas partes en la medida de lo posible.
• La política dentro de la iglesia.
Al igual que hay muchas intrigas y actividades políticas dentro del gobierno feudal, la jerarquía de la iglesia es un hervidero de luchas por el poder. Aunque esto no ocurre en los niveles inferiores de la estructuras eclesiásticas, es muy frecuente en los niveles superiores. Esto se debe a la falta de verdadero poder de los rangos inferiores y el hecho de que muchos de ellos no son abiertamente ambiciosos.
Una vez que se alcanza el grado de coadjutor, sin embargo, las maniobras políticas se convierten en una parte importante del trabajo del líder. Además de tratar con los caballeros locales y los nobles, el coadjutor debe manejar los asuntos de su propio personal, muchos de los cuales puede tener órdenes en ese trabajo. Por otro lado, puede tener su vista puesta en el puesto del deán que está sobre él. Si esto suena familiar, se debe probablemente a que el mismo conjunto de cosas es algo habitual dentro de la nobleza. Más allá de cierto punto es casi imposible apartar a un cargo eclesial de la política.
miércoles, 9 de enero de 2008
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