domingo, 9 de diciembre de 2007

Armas (VI). Incendiarias

La guerra es una bestia inteligente que ha desarrollado un número casi incontable de métodos para matar a unas razas y a otras.
Así, las armas incendiarias y el fuego usado como complemento ofensivo (y defensivo) es un arma devastadora, pero difícil de controlar. Los ejércitos suelen ser muy cuidadosos con el uso del fuego contra sus enemigos, puesto que las llamas pueden retroceder y atacarles también a ellos. Afortunadamente (o no, dependiendo de tu posición en una batalla), los ejércitos han desarrollado varias alternativas, y pueden lanzar toda esa fuerza destructiva contra sus enemigos sin miedo a que también les alcance a ellos.

Aceite hirviendo.
Quizá la táctica más popular para repeler a los atacantes sea vaciar sobre ellos calderos llenos de aceite hirviendo. El aceite conserva su temperatura mejor que el agua, tardando más en enfriarse. Aun los que sobreviven llevan las cicatrices por el resto de su vida, y su carne horriblemente fundida suele servir como excusa en muchos pueblos para que se expulse a los pobres desdichados a los bosques.

Brea y alquitrán hirviendo.
Todavía peores que el aceite, la brea y el alquitrán se adhieren a las víctimas, y siguen causando daño hasta enfriarse o ser lavados. Las cicatrices pueden ser todavía más horribles que las causadas por el aceite hirviendo.

Arena caliente.
Es otro astuto método para repeler a los atacantes con armadura. Los defensores de una posición pueden calentar la arena hasta el punto de que cause daño y dejarla caer sobre sus enemigos. La arena se cuela sin problemas por los huecos de la armadura, pero no sale con tanta facilidad. Los resultados son bastante truculentos: un caballero puede quedar asado dentro de su armadura como un cangrejo. Normalmente, la víctima tendrá que arrancarse la armadura para quedar libre de la arena, corriendo así otro peligro: los arqueros suelen estar al acecho de los supervivientes.

Fuego griego.
El fuego ya es bastante malo, pero la mezcla química conocida como fuego griego es todavía peor, pues el agua no logra apagarla.
El fuego griego se adhiere a cualquier superficie sobre la que cae, y es extraordinariamente difícil de eliminar. Sólo es posible extinguirlo mediante una inmersión completa en agua o sofocando del todo las llamas de alguna otra forma.

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