lunes, 28 de julio de 2008

Los Paisajes Fantásticos (XIII)

• Reinterpretación crítica.
Los paisajes imaginarios que definiremos como “reinterpretación crítica” se caracterizan por el uso de la literatura como herramienta para exponer una situación política y social problemática de la actualidad, como el realismo mágico sudamericano: Cien Años de Soledad, Pantaleón y las Visitadoras, El Aleph de Borges,...
El paisaje de la literatura fantástica latinoamericana cumple una función de reivindicación nacional, la exaltación de la tierra virgen ancestral de donde vienen las raíces del pueblo. Un pueblo que vive un periodo de pérdida de identidad, sometida a conflictos armados que enfrentan a su propia gente los unos contra los otros, entre los indígenas y el capitalismo colonizador (y explotador) de las potencias europeas y norteamericanas, las dictaduras,... Recuperar la memoria de la tierra, tal y como era antes de la llegada de los primeros colonizadores o tal como debería haber sido colonizada (con respeto), les sirve a los autores de este tipo de literatura fantástica para expresar desde sus utopismos antropológicos y sociales hasta sus críticas sobre la situación actual, hacia la que manifiestan abiertamente su descontento.

- Macondo (Cien Años de Soledad).
"Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y caña brava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos". (Cien años de Soledad).

Cien años de soledad es una novela del escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1982, y es considerada una obra maestra de la literatura hispanoamericana y universal.

Cien años de soledad relata la historia de la familia Buendía a lo largo de seis generaciones en el pueblo ficticio de Macondo, un lugar ficticio que refleja muchas de las costumbres y anécdotas vividas por García Márquez durante su infancia y juventud en su pueblo de Aracataca, Colombia. El sentido multifacético del tiempo que discurre entre lo eterno, lo lineal y lo cíclico y una prosa rítmica cercana a la tradición oral le confieren a la novela su carácter distintivo de mito críptico que llevó a los críticos a considerarla como una de las obras fundadoras del género literario conocido como realismo mágico.

Las referencias de la novela nos enmarcan en algún lugar de la costa caribe colombiana, haciendo referencia a la sierra y a la ciénaga (lugares que atraviesa la expedición de José Arcadio Buendía al partir desde la ciudad de Riohacha). Por su cercanía, puede suponerse que se trata de la Ciénaga Grande de Santa Marta y la Sierra Nevada de Santa Marta, lugar que nos ubica geográficamente entre los municipios de Ciénaga (Magdalena) y Aracataca (población de origen del autor).
Cien años de soledad puede ubicarse en la historia de Colombia entre mediados del siglo XIX y mediados del siglo XX, época claramente reconocida por las guerras civiles que enfrentaron a los nacientes partidos liberal y conservador que debatían las ideologías de régimen federalista y centralista en el país. Durante la Regeneración, el presidente Rafael Núñez promulga la constitución de 1886, la cual establece un régimen centralista en materias principalmente política y económica, iniciando por entonces la república conservadora (que se prolonga hasta 1930) y teniendo como principal detractor a Rafael Uribe Uribe, quien lidera la guerra civil de 1895 y la Guerra de los Mil Días entre 1899 y 1902, la cual se termina con la firma de los tratados de paz de Neerlandia y Wisconsin.
En 1906 se construye el ferrocarril en la costa atlántica colombiana conectando Santa Marta y Ciénaga (Magdalena) y por entonces se establece en el país la compañía United Fruit Company para la explotación bananera, situación que trae un rápido desarrollo a la región. El trato inhumano a los trabajadores obligó a organizar una huelga en noviembre de 1928 que desencadenó los acontecimientos conocidos como la Masacre de las Bananeras, narrada en la novela.
A pesar de estar ubicada en un marco histórico reconocible, la historia parece estática ya que ocurren acontecimientos que se repiten en forma cíclica una y otra vez. Gabriel García Márquez dotó de cierta personalidad a los personajes que aparecen al principio de la obra, cierta personalidad se ve reflejada en cada personaje que nace y adopta el mismo nombre de su antepasado, como en el caso de los Aurelianos y los José Arcadios. Esta misma característica se presenta en otras situaciones como las relaciones incestuosas y los destinos solitarios de sus protagonistas, en un círculo vicioso que solo termina cuando el pueblo entra en decadencia y se acerca el fin de la familia Buendía.

• Otros muchos ejemplos, que nos limitaremos a citar: Umberto Eco (La Abadía en El Nombre de la Rosa), Emilio Salgari, Jules Verne, Margaret Weis y Tracy Hickman (el continente de Ansalon en Dragonlance), R.A. Salvatore (el valle del viento helado de Faerun), Ed Greenwood (los Reinos Olvidados), James Wyatt (Eberron), Voltaire, Daniel Defoe (la isla de Crusoe), Conan Doyle (Baskerville, Maple White o Fulworth en las historias de Sherlock Holmes), Robert E. Howard (Cimmeria en Conan), Ursula K. LeGuin (el archipiélago de Terramar), Henry Ridder Haggard (en Las aventuras de Allan Quatermain), Herman Melville, Anthony Hope (Zenda en El prisionero de Zenda), Howard Phillips Lovecraft (Dunwich, Arkham o Innsmouth en su célebres Mitos de Chtulhu de horror cósmico), H.G. Wells, Edwin A. Abbott (Planilandia o Flatland), Jack Vance (las islas Elder en la trilogía Lyonesse), Neil Gaiman (el London Below de Neverwhere)... La lista es interminable, un extenso catálogo de tierras de fantasía, islas, ciudades y otros lugares que solo existen en la literatura.

Muchos autores aprovecharon los lugares fantásticos que imaginaron como herramienta para exponer sus teorías políticas, como hicieron Tomás Moro con Utopía o Platón en su Atlántida de Timeo, o como metáfora de lugares reales que querían analizar de forma crítica sin quedar expuestos con sus opiniones contrarias a las corrientes favorables al poder de entonces, como Gabriel García Márquez en Cien Años de Soledad. Otros simplemente dejaron volar su imaginación con libertad más allá de los límites geográficos conocidos.

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