martes, 5 de agosto de 2008

Los Paisajes Fantásticos (XIV)

• Un modelo singular: el paisaje en la Tierra Media.
Sin duda alguna, de todos los autores mencionados a lo largo de este estudio, ninguno permite un análisis tan detallado de sus paisajes imaginados como el escritor británico J.R.R Tolkien. Desde la vegetación (como veremos a continuación) hasta la topografía, los ríos, el clima, los olores y los colores de los territorios,... todo está debidamente estudiado antes de ocupar su lugar e interpretar su papel en la saga de la Tierra Media.

“…- Si tu voluntad se cumpliera, ¿qué preservarías? - dijo Manwë -. De todo tu reino, ¿qué te es más caro?
- Todo tiene su valor -le respondió Yavanna- y cada cosa contribuye al valor de las otras. Pero los kelvar pueden volar o defenderse, lo que no es posible entre las cosas que crecen como las olvar. Y de todas éstas, me son caros los árboles. Lentos en crecer, rápidos en la caída, y a menos que paguen tributo del fruto en las ramas, apenas llorados en su tránsito. Esto veo en mi pensamiento. ¡Quisiera que los árboles pudieran hablar en nombre de todas las cosas que tienen raíz y castigar a quien les hiciese daño!… "

(El Silmarillion)

Con este diálogo entre los Valar Manwë y Yavanna, que aparece en uno de los primeros capítulos del “Quenta Silmarillion”, Tolkien expresa sus sentimientos por la vegetación, por los olvar.
Tolkien siempre fue un ecologista, cuando esta palabra aún no formaba parte del lenguaje popular: se preocupaba por su entorno y sufría cada vez que veía cómo se perdían poco a poco ríos y bosques de su infancia.

“Muchas de las casas que habían conocido ya no existían. Algunas parecían haber sido incendiadas. La encantadora hilera de negras cuevas hobbits en la margen norte del lago parecía abandonada, y los jardines que antaño descendían hasta el borde del agua habían sido invadidos por las malezas. Peor aún, había toda una hilera de lóbregas casas nuevas a la orilla del lago, a la altura en que el camino de Hobbiton corría junto al agua. Allí antes había habido un sendero con árboles. Ahora todos los árboles habían desaparecido. Y cuando miraron consternados el camino que subía a Bolsón Cerrado, vieron a la distancia una alta chimenea de ladrillos. Vomitaba un humo negro en el aire del atardecer.” (El Señor de los Anillos III, El Retorno del Rey, cap.8 El Saneamiento de la Comarca pag.153).

“(...) entre la doble hilera de sórdidas casas nuevas que flanqueaban el camino, veían el nuevo molino en toda su hostil y sucia fealdad: una gran construcción de ladrillos a horcajadas sobre las dos orillas del río, cuyas aguas emponzoñaba con efluvios humeantes y pestilentes. Y a lo largo del camino, todos los árboles habían sido talados.
Un nudo se les cerró en la garganta cuando atravesaron el puente y miraron hacia la colina. Ni aun la visión de Sam en el Espejo los había preparado para ese momento. La vieja alquería de la orilla occidental había sido demolida y reemplazada por hileras de cobertizos alquitranados. Todos los castaños habían desaparecido. Las barrancas y los setos estaban destrozados. Grandes carretones inundaban en desorden un campo castigado y arrasado.”
(El Señor de los Anillos III, El Retorno del Rey, cap.8 El Saneamiento de la Comarca pag.161).

Esta imagen del molino que construyen sobre las apacibles tierras de La Comarca pone en evidencia la opinión de Tolkien respecto al efecto de los avances industriales y su efecto sobre los paisajes tradicionales de la campiña inglesa. Y es que Tolkien nunca fue propietario de un automóvil por lo que éste representaba para el medio ambiente en un siglo XX, que aún no había alcanzado la conciencia que tardíamente logró, acerca de la polución causada por los automóviles y las grandes fábricas.
Y es que Tolkien vivió su infancia y juventud en Sarehole, un pueblo tranquilo y apacible (como La Comarca)... cercano a la bulliciosa metrópolis de Birmingham, en una época de una transformación social sumamente intensa, quizá sin precedentes desde la invención de la agricultura.
Así su lucha más notable se pone de manifiesto en la importancia de los árboles en toda su creación literaria. De esta manera, nos encontramos que en la historia de El Herrero de Wooton Mayor un abedul protege de un viento maligno al protagonista hasta el grado de llorar amargas lágrimas, y en La Hoja de Niggle el árbol es el símbolo de la vida y de lo inalcanzable.

Pero es en la cosmología de Eä que están los ejemplos más queridos por la mitología tolkieniana. En Arda, desde su misma creación por medio de la canción de los Ainur, el terreno estuvo cubierto de bosques poblados por todo tipo de criaturas (incluso las malignas) y algunos de ellos jugaron un papel fundamental en el desarrollo de las historias de la Tierra Media: el Bosque Viejo, Brethil, Doriath, la franja boscosa de Eregion (llamada así por los numerosos ejemplares de Acebo, o "ereg" en sindarin), o el Bosque Negro.
Y además de los bosques, Tolkien también incide en los árboles en específico. Los ejemplos más famosos son los Mellyrn de Lothlórien, el Viejo Hombre-Sauce del Bosque Viejo, la Casa-árbol de Lúthien Tinúviel, los árboles de acebo que guardaban la entrada de la Puerta de Moria, los Ucornos de Fangorn, los Dos Árboles de Valinor, los Ents o el Árbol de la Fiesta de La Comarca (reemplazado después por un Mallorn).
Pero la pasión de Tolkien por los árboles no solo se nota en el mundo vegetal sino que también en la piedra dejó marcada su huella de pasión por los árboles. Así nos encontramos con las descripciones de las columnas talladas a semejanza de troncos de árboles en Menegroth, Nargothrond y Moria fundamentalmente (como las formas propias de la arquitectura gótica).

Del listado antes mencionado destacan sobretodo los Dos Árboles de Valinor.
Los Dos Árboles fueron creados a través del canto de Yavanna y las lágrimas de Nienna encima del montículo verde que se encontraba ante el portal occidental de Valmar, la ciudad de los Valar. Este montículo llamado Ezellohar fue consagrado por las Valier y gracias al canto de la una y las lágrimas de la otra surgieron dos brotes que en silencio fueron tomando forma para convertirse en los mayores prodigios logrados por ambas deidades. Entorno al destino de estos árboles que vinieron a sustituir la luz de las Lámparas de Varda que tan añorada resultaba para los Valar, se entretejen todos los relatos de los Días Antiguos.
Teleperion, que significa “Árbol de Plata”, fue el primero en nacer y en esparcir su luz de plata por las Tierras Imperecederas. Poseía hojas de un verde oscuro que en su parte inferior eran como plata reluciente y de sus innumerables flores caía un rocío continuo de luz plateada. Su hermano menor era Laurelin, que significa “Canto de Oro”, con hojas de un verde un poco menos intenso pero que poseían bordes de oro refulgente, por lo que resplandecía más que su hermano, y a esto lo ayudaban las flores que se mecían en sus ramas como racimos de fuego amarillo, y cada una de ellas derramaba una lluvia dorada sobre el suelo que emitía calor y una gran luz. Tanto el rocío del uno como la lluvia del otro eran canalizados hacia lo que se denominó como las Fuentes de Varda y el nacimiento de estos dos árboles trajo por consecuencia que se comenzara a contar el tiempo pues cada uno de ellos tenía un ciclo en el que alcanzaban su pleno fulgor para después volver a languidecer. De este modo, la luz de cada árbol permanecía brillando durante siete horas. El proceso se iniciaba una hora antes de que el anterior perdiera toda su brillantez y, llegado el momento, la luz de ambos se mezclaba creando el momento que recibió el nombre de “La Mezcla de las Luces”.

Además de los dos árboles también se pueden mencionar el Galathilion (una copia del árbol plateado Teleperion plantado sobre la cima de Túna, la Colina Verde que servía de asentamiento a la ciudad de los Elfos), el Nimloth (un retoño del anterior regalado por los elfos a los hombres de Númenor), el Árbol Blanco de Gondor (nacido de una semilla de Nimloth que se sembró frente a la casa de Isildur en Minas Ithil) y el segundo Árbol Blanco (un retoño del Árbol Blanco encontrado en la montaña detrás de Minas Tirith).
También, los árboles Brethil (en la desaparecida región de Beleriand, grandes bosques de abedules que recibían el nombre de “brethil”), los árboles Culumalda (que significa «rojo dorado», porque ése era el tono de su follaje), los árboles Lairelosse (de hoja perenne y flores perfumadas que significa «blanco de nieve estival»), los árboles Laurinque (de flores doradas que colgaban en largos racimos y eran altamente apreciadas por su gran belleza y por su madera), los árboles Mallorn (de corteza plateada y flores doradas, y que de otoño a primavera tenían las hojas también de un tono dorado), los árboles Nessamelda (árboles aromáticos de hoja perenne), los árboles Neldoreth (las hayas), los árboles Oiolaire (árbol aromático, sagrado para los númenóreanos), los árboles Region (el acebo), los árboles Taniquelasse (árboles aromáticos de hoja perenne), los árboles Tasarion (árboles fuertes y de larga vida), los árboles Vardarianna (de hoja perenne y aromáticos, muy apreciados por el celestial perfume de sus flores, hojas, cortezas y madera),...

Por último, pero de igual importancia en la mitología de Tolkien están los Ents o Pastores de Árboles. Estos seres cuyo nombre significa “Gigante” en inglés antiguo, son una creación propia de Tolkien y según los Anales de Arda eran tan antiguos como los elfos ya que despertaron en el mismo momento en que lo hicieron los primeros Hijos de Ilúvatar. Eran los encargados de proteger a los olvar (seres vivos que poseen raíces y no se mueven) y que serían muy fuertes y resistentes. En el caso de los Ents, Tolkien redime la figura del árbol y lo pone a pelear por su vida con toda la fuerza de un poderoso tronco centenario. Los Ents ante todo odian a los que hacen daño a los bosques, y en El Señor de los Anillos demuestran como la naturaleza a veces puede cobrarse terriblemente todo el daño que le han infligido.

Tal y como ya hemos analizado con anterioridad, al plantear los arquetipos y los modelos que influyeron directamente sobre los creadores de la literatura fantástica, Tolkien bebe directamente de las leyendas artúricas y la literatura anglosajona medieval para alimentar su obra. Con Beowulf a la cabeza, Tolkien fue siempre un entusiasta de las leyendas y de los "cuentos de hadas" (aunque reconocía abiertamente que no le gustaban ni Andersen ni los hermanos Grimm). En su ensayo “Sobre los cuentos de hadas”, niega que estos cuentos tengan un público específicamente infantil, o incluso sean precisamente los niños los que más los aprecien.
Así, Tolkien sentía más interés por los Eddas, el Kalevala, la literatura de tema artúrico y las epopeyas medievales que por el "cuento de hadas" con enfoque más infantil. El propio autor deploró más adelante las alusiones a un público infantil incluidas en El Hobbit, y las evitó en El Señor de los Anillos.Lo que le interesa a Tolkien es contar una historia mítica, crear para su Inglaterra esas leyendas que se perdieron en el camino a una sociedad industrial. Las suyas no son tanto historias de personajes como de la comunión entre personaje y paisaje.

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