Criar un dragón es un acontecimiento excepcional, por lo poco habitual y por la dificultad que implica para una criatura no-dragón educar a uno de estos magníficos reptiles, ayudarlo a crecer y madurar sin convertirse en su enemigo o en su cena.
Los dragones son inmensos reptiles alados pertenecientes a una de las razas más antiguas que existen en la mitología. Son famosos por su enorme figura reptiliana y por sus innatas cualidades mágicas.
Los dragones son reptiles homeotérmicos, es decir, son de sangre caliente y su temperatura corporal es controlada internamente. Esto los ayuda a adaptarse a diferentes climas y a mantenerse activos tanto de día como de noche todo el año. Por lo general estas criaturas tienen alas, y su esqueleto es el más grande entre las criaturas voladoras, aunque sus huesos son huecos para poder volar de forma muy ágil a pesar de su inmenso tamaño.
Muchos relatos ponen en evidencia un rasgo peculiar de los dragones: el poder de su voz. El dragón sabe hablar. Además, es capaz de dominar cualquier lengua. Pero lo verdaderamente llamativo es la modulación y el tono de la voz de los dragones. Cuando un dragón habla, el interlocutor escucha extasiado, y puede llegar a ser encantado por esa voz que llega a sus oídos.
Para muchos, los dragones no son más que fantasías de lunáticos o parte de la canción de un bardo. Pero para aquellos que se han topado con uno de estos lagartos gigantes, nada volverá a ser lo mismo.
Los dragones son reptiles colosales, sumamente inteligentes y sabios. A menudo polimorfizan su cuerpo para inmiscuirse entre las otras razas. ¿Por qué lo hacen? Sólo ellos lo saben. No suelen vivir en comunidad. Cada uno de ellos busca un lugar al que llamar hogar y se instala. En algunos momentos, los dragones reciben la necesidad de reunirse entre ellos para procrear o para debatir temas que les atañen a todos ellos.
Existen muchos tipos de dragones, caracterizados por el color de sus escamas. Este color los relaciona (salvo ínfimas excepciones) con su alineamiento. Así pues, encontramos entre los dragones malvados: Los dragones negros, rojos, azules, blancos y verdes. Por otro lado, los dragones del bien (que no buenos) son los metálicos: el dragón dorado, plateado, cobrizo, de bronce, cobalto y ónice.
Un dragón es una de las criaturas más peligrosas con las que puedes toparte. Habitan lúgubres cuevas en las más altas montañas en las cuales, se dice, se esconden tesoros de valor inimaginable que éstos custodian hasta el fin de sus días. Muchos han sido los aventureros derretidos por el aliento de un dragón rojo que partieron en busca de gloria y riquezas.
Son grandes conocedores de la magia puesto que ésta es innata en ellos. Sus conjuros son adquiridos durante los años, un conocimiento acumulado por el tiempo y la experiencia, de ahí que un dragón adulto sea más poderoso mágicamente que uno joven.
Ser el padre adoptivo de un dragón no es una tarea fácil. Incluso los dragones de naturaleza benigna poseen sentido de superioridad y anhelo de libertad que dificulta enormemente la tarea. La mayoría de los dragones instintivamente respetan a los dragones mayores del mismo tipo, pero tienden a considerar a las demás criaturas con desdén, e incluso como mero alimento. Además son seres muy independientes que rara vez viven en comunidad con los de su propia raza, y menos aún con otras criaturas "inferiores". Ya desde jóvenes prefieren tener su propia guarida, solitaria, aislada y muy protegida, donde guardar sus pertenencias y sus apreciados tesoros.
Los dragones, al igual que otros reptiles y pájaros, ponen huevos, los que están protegidos por un cascaron muy duro, que se va suavizando a través del tiempo para así permitir que los dragones recién nacidos sean capaces de romper la cáscara más fácilmente.
En las escasas ocasiones en que un humano, o un elfo, ha adquirido la tutela de un dragón esto ha sucedido cuando un huevo de dragón ha llegado a sus manos y la cría ha roto el cascarón con su nuevo "padre" presente. Incluso en estos casos, y en la mayoría de las ocasiones, los dragones recién nacidos rechazan a la criatura no dracónica y no la reconocen como progenitor.
Los dragones más viejos y más sabios finalmente aprenden a respetar a los que no son dragones por sus habilidades y logros, pero una cría recién nacida suele considerar a su padre de acogida como un captor; o como una comida con buenas intenciones. Aún así, es posible para un personaje que no sea dragón forjar un lazo con una cría recién nacida. Para lograr esto se requiere el uso de mucha diplomacia y algo de intimidación, así como (finalmente) la habilidad innata del trato con los animales.
Un personaje que desee criar a una cría recién nacida, debe persuadir al dragón de que acepte su guía. Para ello es tan importante que el personaje atendiera al huevo mientras estaba incubando y que estuviera presente en la eclosión del dragón: el dragón no debe tener más elecciones que aceptar la guía de quien se la ofrece.
Si el dragón rechaza la guía y la tutela tal vez éste lo considerará como un captor e intentará obtener su libertad de la manera que pueda (la mayoría de los dragones, incluso las crías recién nacidas, son lo suficientemente inteligentes como para renunciar a un ataque inmediato contra un ser más poderoso, y esperarán a una mejor oportunidad para escapar). Ningún intento de este personaje de criar al dragón tendrá éxito.
Si el dragón acepta la guía del personaje, puede intentar criar al dragón. El proceso dura 5 años, pero una vez el proceso de crianza ha comenzado, el personaje sólo necesita dedicar un día a la semana al entrenamiento del dragón. Sin embargo durante el periodo de crianza, el dragón debe ser alimentado y criado, y eso es muy caro.
Los dragones son padres indiferentes. Una vez las hembras ponen un único huevo, dejan este abandonado hasta su eclosión y general un dragón cría nunca ve a su madre ya que esta pone el huevo en un sitio alejado de su guarida para asegurar su territorio de otros dragones, aunque estos sean sus hijos. Un dragón eclosionado deberá arreglárselas por si mismo para sobrevivir.
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