Entre las humeantes junglas de las cálidas tierras del sur, los Hombres-Lagarto tocan los tambores de guerra. Desde sus templos en forma de pirámide escalonada tratan de llevar a cabo los planes de conquista de las tierras civilizadas de los Reinos Brillantes. Las estrellas les señalan el camino y sus dioses-serpiente les otorgan la fuerza necesaria. Es el momento.
De todos los monstruos extraños y escamosos que habitan en las junglas, pantanos y cenagales de las zonas más tropicales de los Reinos Brillantes, los salvajes Hombres Lagarto son los más peligrosos.
Descendientes degenerados de una raza reptiliana primigenia ya extinguida, poseen gruesos y recios cuerpos humanoides con colas y cabezas de reptil de amenazador aspecto, con rostros que les asemejan a serpientes, lagartos y dragones. Pequeñas escamas de colores verdosos y marrones, en ocasiones rojizas y amarillentas, los cubren de pies a cabeza. Tienen hocicos alargados, colmillos afilados como dardos y ojos protuberantes de color rojo sangre. Además sus párpados son transparentes, lo que les da la apariencia de que tienen siempre los ojos abiertos. Afiladas garras surgen de los dedos de sus manos y pies, y en combate son tan peligrosas como una espada en manos de un habilidoso espadachín. Poseen enormes pies, con tres dedos muy separados en la parte delantera y uno solo en la trasera que puede rasgar la carne de un hombre como si fuera mantequilla. Pueden manipular herramientas y armas con la misma facilidad que los humanos, aunque son menos hábiles en su fabricación y sus artesanos solamente pueden crear armas toscas y poco elaboradas. Llevan pocas ropas, un escaso taparrabos tanto machos como hembras. El líder de cada tribu, los guerreros más destacados y los sacerdotes llevan gruesos collares de oro, tachonados con joyas y trozos de hueso para distinguirles del resto de la tribu. Algunos graban toscos tatuajes en sus escamas utilizando hojas de dagas al rojo vivo.
Hay muchos tipos de Hombres Lagarto, y las diferentes etnias se reconocen sobretodo por sus colas, que miden por término medio entre metro y metro y medio de largo: algunos arrastran sus voluminosas colas inútiles como armas pero que les ayudan a equilibrarse, otros disponen de largas y afiladas colas más peligrosas que un látigo y algunos presentan una cola cubierta de afiladas espinas capaces de destrozar el tronco de un árbol con un único y brutal impacto.
Los Hombres Lagarto son una raza vil, desconfiados y suspicaces por naturaleza, sin mayor interés por el resto de razas que sus posibilidades gastronómicas pero, curiosamente, razonablemente inteligentes y capaces de expresarse en varias lenguas. Además de su propia lengua, que suena como una combinación de silbidos y seseos, la mayoría saben hablar el lenguaje común de los humanos.
El antagonismo entre los clanes y las tribus de los Hombres Lagarto es tan fuerte como el que hay entre enanos y elfos, u goblinoides y humanos. Es esta intensa rivalidad y odio interracial lo que impide que los lagartos se conviertan en un poder dominante por derecho propio. Esto provoca en los Hombres Lagarto un número decreciente de individuos. Mientras las otras razas crecen y florecen, su población apenas puede sustentarse; guerras tribales y enfermedades se llevaban su cuota. Además, las hembras producen un solo huevo cada dos años, desovados en pozos oscuros de los poblados y de los que solamente sobreviven poco más de un tercio.
Les encanta el combate y aprovechan ansiosamente cualquier oportunidad de derramar sangre. Son feroces guerreros, adeptos tanto a las armas como a sus garras naturales y sus colas. Son valerosos por naturaleza aunque son conscientes acerca de sus propias debilidades y número. No atacan a menos que las posibilidades estén a su favor, ya sea gracias al número, al elemento sorpresa o a una hábil estrategia, o por haber sido obligados a la batalla. Una vez se han unido a la batalla, sin embargo, el ansia de sangre se apodera de ellos y ya lucharán sin preocuparse por las pérdidas. De entre todos los guerreros de los Hombres Lagarto destacan la Guardia del Templo, que se desovó para proteger a los magos sacerdote y los templos en los que habitan. Puesto que llevan a cabo el deber más sagrado estos son los mejores de entre todos los guerreros de cada tribu, muy poderosos en combate, del que raramente huyen.
Los Hombres Lagarto viven organizados en tribus pequeñas de medio centenar de individuos en las junglas de las zonas más tropicales del mundo conocido, que se dividen en tres clases sociales: los chamanes, los guerreros y los civiles. Los chamanes de la comunidad son hechiceros y magos con grandes poderes, clérigos reptiloides dotados de habilidades arcanas; algunos dicen que sus poderes son incluso mayores que los de los elfos. Estos chamanes actúan a menudo como líderes de la tribu en lugar del mismo líder y, además de tomar todas las decisiones, conducen sus ceremonias religiosas. Para estas celebraciones suelen secuestrar ciudadanos inocentes de otras razas para sacrificarlos a sus dioses en ritos de sangre. Sus templos son lugares en los que se practican estos sacrificios rituales espantosos. Los cráneos de las víctimas están clavados en los muros de sus templos.
Los asentamientos de los Hombres Lagarto tienen pocos de los elementos normalmente asociados con una sociedad civilizada. No hay leyes formales: todas las decisiones son tomadas por el líder de la tribu, cuyos juicios pueden ser tan arbitrarios como crueles. Los hogares son poco más que pozos de lodo o cuevas cubiertas de suciedad y cieno, que los Hombres Lagarto comparten con serpientes, ratas y otras sabandijas, y destinan todos sus esfuerzos constructivos en alzar los imponentes templos de piedra, en forma de pirámide escalonada en una sucesion de plataformas que van disminuyendo progresivamente de tamaño en altura, que dedican a sus dioses, las razas reptilianas primigenias. Algunos de ellos son tan antiguos que ya estaban construidos en mitad de las zonas pantanosas antes que los Hombres Lagarto dejaran de arrastrarse por el lodo y adquirieran inteligencia. Majestuosos e imponentes, las cúspides de los templos de los Hombres Lagarto son lo suficientemente altas como para verse por encima del follaje de los arboles mas altos de la jungla. Debajo de cada templo existe un laberinto de tuneles y criptas, que normalmente se encuentran medio inundados por agua pantanosa.
Aunque carnívoros, se ven a menudo reducidos al papel de carroñeros. Los Hombres Lagarto comen pequeños mamíferos, algas y hongos, la carne humana, y unos a otros. Pueden descoyuntar sus mandíbulas para engullir presas grandes, como una oveja, aunque este proceso consume tiempo y es un tanto doloroso. Su agria carne es incomestible, lo mismo que sus huesos gelatinosos; en consecuencia, son eludidos por los predadores. Sus pieles pueden ser reelaboradas por armeros hábiles para fabricar armaduras de escamas.
Puesto que son de sangre caliente como el resto de reptiles, los Hombres Lagarto son vulnerables al frío y no se aventuran jamás ni al norte ni durante el invierno salen de sus territorios, tropicales, salvajes y cálidos. Por ese motivo la sociedad de los Hombres Lagarto es guerrera pero no expansiva, ni tiene mucho interés en extender los límites de su territorio más allá de los lindes de las zonas pantanosas donde viven salvo defenderse de los numerosos intentos foráneos de saquear o establecer colonias que han penetrado las densas junglas tropicales de sus tierras y, de vez en cuando, hacer rápidas incursiones en busca de comida o víctimas para los sacrificios rituales.
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1 comentario:
¡muy interesante la historia de los hombres lagartos! te felicito :)
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