• Referentes e influencias.
La literatura fantástica del s.XIX y XX realmente no inventa paisajes. De hecho tanto Tolkien como Swift, como Italo Calvino como George R.R. Martín toman prestados los modelos de paisajes que la cultura occidental precedente ya había asimilado como propios. Estos paisajes incluyen los paisajes tradicionales míticos y los narrados en las leyendas mitológicas (Avalon, Arcadia, El Dorado, Shangri-La, el Olimpo, el Infierno, el Paraíso, Icaria, el Valhalla...), así como lugares imaginarios que la historia ha definido como mitad leyendas y mitad realidades (La Atlántida, Camelot, el Oriente de las Mil y una Noches...). E incluso lugares del imaginario colectivo... que no son tan imaginarios. Por ejemplo, las siete maravillas del mundo antiguo, que salvo las pirámides de Egipto ya no están presentes en nuestro mundo, y que simplemente podemos imaginar como fueron, aventurar su aspecto mediante la imaginación y sin restos arqueológicos que puedan apoyar hechos.
Incluso hay carias obras de autores del s.XIV, XV y XVI que influyen directamente sobre estos paisajes imaginarios del s.XX, aunque la intención primera de estos autores no era inventar lugares sino formular utopías políticas y organización moderna de los gobiernos de un continente, Europa, sacudido por constantes conflictos y disputas religiosas interminables entre sus estados más poderosos (Tomás Moro y Utopía, Tommaso Campanella y La Ciudad del Sol, Francis Bacon y Nueva Atlántida o Bensalem,...).
Al principio, los primeros lugares imaginarios no nacieron como un ejercicio de invención y creatividad artística, sino vinculados a los dioses y también como modelo de comprensión del mundo, rellenando los huecos que el conocimiento no había alcanzado aún. Así,... ¿qué lugar ocupan esas novelas que describían lugares lejanos, aunque reales, que su autor no había pisado nunca? Los tratados de geografía medievales de Europa Occidental que aventuraban el aspecto de la lejana China, la misteriosa India, la fantástica Samarcanda.... ¿no nos hablan acaso de un lugar imaginario? Sus autores inventaron lugares (y fauna, y flora, y las tradiciones de su población, y el aspecto de sus paisajes,...) así que, para los habitantes de Europa que solamente tenían al alcance esta literatura para conocer el aspecto de esas naciones lejanas, únicamente eran territorios lejanos, casi imaginarios, habitados por monstruos y extrañas criaturas.
Así, el fin del mundo conocido durante el Imperio Romano estaba ubicado al norte de la península Ibérica, en Finisterre o Finis Terrae, y no había nada más allá. ¿O sí? Muchos imaginaban una inmensa cascada desde donde el mar se derramaba sobre el fin del mundo. Por el otro lado, al este, la India y la China eran naciones casi mitológicas para los pueblos de occidente, extraños lugares que muchos describieron como lugares fantásticos poblados de criaturas extrañas y habitados por seres maravillosos, repletos de paisajes distintos a todo lo conocido.
Solamente es necesario echar un ojo a cualquier tratado medieval de geografía para descubrir el fin del mundo al oeste, en un mar poblado con krakens (fabulosas criaturas marinas parecidas a calamares gigantes) y las naciones de Oriente con unicornios, grifones, y extrañas criaturas con cuernos y trompas... resultado de las descripciones incompletas y sesgadas de los elefantes y los rinocerontes.
Cuando aparecieron los primeros libros de viajes de detallada definición de los lugares (el aburridísimo Libro de las Maravillas de Marco Polo) y la Era de los Descubrimientos del siglo XV llevó al hombre occidental más allá del mundo conocido muchas leyendas murieron. Hoy hay documentación, hay datos, hay fotografías, hay mapas,... pero si el autor no ha visitado el lugar esta describiéndolo tal y como imagina que es, no como es.
miércoles, 26 de marzo de 2008
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